Sabado, 17 de Mayo de 2025  
 
 

 
 
 
Opinión

Chile en 1910

Abel Cortez Ahumada, Historiador y Escritor.
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Foto: Andes Online

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Al igual como ahora, cuando Chile cumple 200 años, en 1910 Chile conmemoró el Centenario de la República. Este hecho, obviamente implicaba el cierre de un ciclo y la primera gran evaluación sobre el desarrollo nacional. Sin embargo, el país no estaba en las mejores condiciones para afrontar este primer Centenario. Chile, en estos años, era una república oligárquica con un sistema político parlamentarista, “a la chilena”, donde un reducido segmento de la elite hegemonizaba el poder político y económico sobre una amplia masa popular pobrísima y unos incipientes grupos medios. Era un país latinoamericano orientado a la exportación de salitre y algunos productos agrícolas, con una industrialización inicial, altamente desigual y con vastos sectores sociales postergados y analfabetos que comenzaban a migrar a la ciudad buscando mejores expectativas, que no se cumplían. Los intelectuales críticos de clase media nombraban esta paupérrima condición de los pobres chilenos, como “la cuestión social”. En un ánimo autorreferente, la clase política chilena, todos pertenecientes a la elite socioeconómica dominante, asumió las celebraciones como un momento para conmemorar la estabilidad política de la república, su relativo desarrollo económico y la autocomplaciente y discursiva cohesión social. Como era de esperarse, las fiestas estuvieron protagonizadas por visitas diplomáticas, por galas en palacios privados y en ceremonias públicas donde la clase alta se autocongratulaba por ese idealizado desarrollo del país. No obstante, la muerte se hizo presente en este simbólico año. Ya en mayo de 1910 la pasada del cometa Halley había generado nerviosismo e incertidumbre por la posibilidad de que su cola pasara tan cerca de la tierra que envenenara a la humanidad, o que el mismo cometa colisionara con el planeta. Ese mismo mes, la ida del presidente Pedro Montt a la celebración del Centenario Argentino, hizo que comenzara un deterioro progresivo de la ya alicaída salud del primer mandatario chileno que lo llevó a buscar en la medicina alemana una solución a sus dolencias, la que no alcanzó. El 16 de agosto se informaba la muerte del presidente, lo que provocó hondo dolor en la opinión pública. Lamentablemente, el vicepresidente Elías Fernández Albano, quien debería encabezar las celebraciones del Centenario, muere también el 6 de septiembre, dejando al país estupefacto. Debe asumir el ministro más antiguo del gabinete, quien era Emiliano Figueroa, quien hace de anfitrión en el mes de septiembre a unas delegaciones extranjeras sorprendidas por la pacífica continuidad institucional chilena ante la muerte sucesiva de dos presidentes. Más allá de estas cosas, y reconociendo que hoy día la calidad de vida de los chilenos se ha elevado ostensiblemente para una gran cantidad de la población, el Centenario en 1910 plantea cuestiones de fondo para evaluar el desarrollo nacional. Aún cuando es objetivo que las condiciones materiales de la sociedad popular han mejorado, no es menos cierto que los grados de desigualdad y exclusión social se siguen manteniendo más o menos igual. En ese contexto, es sumamente actual seguirse planteando el objetivo fundante de la Nación, que es la cohesión, la integración y la equidad social del conjunto de la población, para no seguir reproduciendo una forzada y sufrida segmentación social. Por otro lado, las celebraciones e inversiones en 1910 se llevaron a cabo sobre todo en la capital, y tuvieron que ser las autoridades locales (Municipios y Gobernaciones) las que asumieron las organizaciones de desfiles y actos públicos, y la inauguración de uno que otro monumento. Ese centralismo nacional se ha seguido reproduciendo y es hora que en este Bicentenario se pueda, no solamente discutirlo y enjuiciarlo a fondo, sino que comenzar a implementar medidas concretas para revertirlo. Hoy día, la masificación de la educación y el ensanchamiento de los espacios de opinión pública (más diarios, más radios, más locales de reunión) permiten que no sólo sea la elite la que celebre este Bicentenario, sino que seamos los ciudadanos los que nos autoconvoquemos en esta simbólica coyuntura. La Nación la construimos todos.


 
 
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