Años que no tomaba vacaciones y con mi familia decidimos ir a Chiloé. Como me es imposible sustraerme de mi pulsión investigativa, leí textos, pregunté y me entrevisté con personas de a pié e investigadores locales para conocer el desarrollo histórico y la situación actual de la Isla Grande.
Chiloé es un espacio insular que se va constituyendo como la frontera sur del Virreinato del Perú. Así, el Archipiélago estableció mayor contacto con el Perú que con Chile y eso propició un relativo aislamiento por los muy pocos navíos que recalaban en Chiloé. Se fue fraguando entonces una sociedad mixturada entre grupos huilliches, españoles y mestizos, produciéndose una particular cultura local. Dentro de sus elementos principales están una estructura agraria de medianos y pequeños propietarios, no hay memoria de grandes haciendas o fundos, lo que da una particular dimensión a la sociedad local, como una marcada ruralidad. Lo anterior y el aislamiento de la Isla, facilitó el desarrollo de una cultura comunitaria que permitía suplir la necesidad de brazos cuando la familia requería sembrar, cortar árboles, tirar las casas, etc. (las conocidas “mingas”, pero también “los días cambiados” que es intercambiarse días de trabajo personal).
Esta cultura comunitaria fue alentada además por la particular evangelización de la Isla, donde franciscanos y jesuitas realizaron las “misiones circulares” y la institución de los “fiscales” (encargados religiosos laicos en las comunidades aisladas), donde había lugares en que la primera y única institución formal era la iglesia, por ello esa definida cultura religiosa católica expresada en la gran cantidad de Iglesias y Capillas en la ejemplar arquitectura de la Escuela Chilota.
Otros de los ejes de la sociedad chilota es la cultura bordemar, es decir, el emplazamiento y utilización del borde costero (por la densidad de los bosques interiores) con lo que se accede a recursos marinos, al tráfico marítimo con el continente y las otras islas, como del avance agrario desde las aldeas y ciudades litorales hacia el interior.
Esta ocupación humana del bordemar y –nuevamente- el aislamiento, fue alimentando una mentalidad social y cultura mágica donde había muchos espacios inexplorados, un gran y denso bosque interior que comenzó a producir relatos de seres sobrenaturales, de ríos, lagos y playas plagados de animales fantásticos de distintas formas, dando fisonomía a una mitología chilota ampliamente conocida.
Estos elementos producidos en la colonia, no se alteraron con la (resistida, peleada y tardía) anexión de Chiloé a la República de Chiloé en 1826. En el siglo XIX y primera mitad del siglo XX el Archipiélago exportó maderas y recursos marinos, pero su cultura social siguió su reproducción. Sin embargo, en las últimas décadas se han generado procesos que están alterando las características estructurales de la cultura local.
Sin ánimo de hacer juicios de valor, es efectivo que la cultura social comienza a cambiar como consecuencia de dos situaciones. Por un lado, la llegada de la industria salmonera introdujo relaciones laborales de corte capitalista, donde se paga por el trabajo realizado en base a horarios establecidos y cumplidos en las instalaciones de la industria. Ello comenzó a urbanizar la población de Chiloé (demandando nuevas viviendas donde el fogón y la cocina independiente no tienen cabida), despoblando los campos de los jóvenes (los que dejan de aprender los conocimientos agrorurales), se envejecen los pequeños propietarios, ya no se siembra como antes trigo ni otros cereales y se han ido terminando las actividades de trabajo comunitario.
La segunda situación dice relación con que la mayor conectividad vial con el continente (mayor cantidad de transbordadores que da continuidad al transporte con la Isla), como las más y mejores comunicaciones (teléfonos, internet), han comenzado a introducir tendencias culturales nuevas, mediáticos estilos santiaguinos e internacionales, estéticas y formas de sociabilidad que no dicen relación con su espacio local y sus funcionalidades.
Es decir, por un lado el capitalismo tardío, globalizado, de las salmoneras de capitales nacionales y extranjeros que han horadado la cultura laboral comunitaria e independiente local, como la modernidad cultural de las tecnologías de información actuales que introducen nuevos referentes y estéticas, están cambiando la cultura chilota. Sin decir yo si esto es bueno o malo, en Chiloé todos coinciden que la sociedad y la cultura local están en una transición crítica, lo que crea tanto partidarios como detractores de esta nueva situación. Como estos procesos de modernización globalizadora no se puede detener, se está por ver si –como dice un historiador local- se “achilotan” estos avances, se superponen acríticamente, o si Chiloé va a dejar paso a una nueva cultura, perdiéndose la tradicional, problema que no es sólo de la Isla sino de varias culturas locales a nivel nacional.
Mi posición es adaptar y mezclar estos avances técnicos con la cultura local, recepcionándolos y apropiándolos reflexivamente, teniendo como marco una sociedad más igualitaria y equitativa que permita estos intercambios y relaciones de manera más democrática.
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