Viernes, 19 de Abril de 2024  
 
 

 
 
 
Opinión

El millón de empleos y la varita mágica de la “excelencia”

Por Alejandro Tapia Carvajal, Concejal de Los Andes.

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Tras  ver el derrumbe de la plataforma  electoral de la Alianza: la nueva forma de gobernar, el fin de la puerta giratoria y un gobierno de probidad. Al presidente Piñera se le agotan las posibilidades de revertir la baja aprobación popular y debe refugiarse en los únicos nichos posibles: la defensa del consumidor y los indicadores socioeconómicos. 

 

Determinar sí ¿Asistiremos a un cambio serio de las metodologías o la mera manipulación de la información con fines electorales?  Es la interrogante a la hora de medir la pobreza, las carencias, los resultados educacionales, la victimización, la disminución de la delincuencia, el desempleo, el costo de la vida entre otros. Esta es una tarea que solo se resuelve a la luz de las cifras, de métodos y los porfiados hechos; Todas cuestiones que normalmente tendemos a confundir y a olvidar.

 

Es en este plano donde el Presidente Piñera con sus  Ministerios libran una  verdadera “guerra sucia”, pues como se verá más adelante, cambian las reglas y las armas más allá de toda convención.

 

Sus primeras lides en esta materia la hicieron con la encuesta Casen, que por boca del Presidente el 2011 convenientemente anunciaba el aumento de la pobreza al final del periodo de la Concertación,  de un 13,7% a un 15,1%. Días más tarde el organismo responsable de las Naciones Unidas, la CEPAL, anunciaba justamente lo contrario, la pobreza en Chile había disminuido de un 13,7% a un 11,5%. Tras la polémica quedo claro que fue el Gobierno quien había cambiado la regla con que mide la pobreza.  También ese 2011 el Mideplan comenzó a aplicar su nueva encuesta CASEN. Inmediatamente, el Senador Bianchi denunciaba  que en la región de Aysén la encuesta omitía imperdonablemente preguntar por el costo del combustible para la calefacción distorsionando gravemente la realidad. Finalmente, como contrapartida, el Ministerio de Desarrollo Social, anunció de manera “premonitoria” que esperan que la pobreza baje en 2012 a los niveles de 2006, es decir que volviera al mismo 13,7 % que mañosamente la nueva forma de manipular los datos aumentara en 2010.

 

Simultáneamente se  iniciaba la tan anunciada modificación de la Ficha de Protección Social, cuya promesa era la de “ser más justa” y  que ha debido ser pospuesta para el año 2013. Sin embargo,  en estos años el Mideplan ha subido  discrecionalmente los puntajes de la ficha. Aumentos que ha afectado fundamentalmente a los adultos mayores y en general a los grupos más vulnerables.  Para finalizar la manipulación, el propio ministro Lavín anuncio hace poco con tono farisaico, que los puntajes de la ficha “se congelan hasta el año 2013”. Mientras tanto el daño ya está hecho y entre la población afectada arrecian las denuncias por el aumento de los puntajes y la disminución de subsidios. Encuentran inexplicable el cambio en la “capacidad generadora de ingresos” de los menores de edad. En suma, más que claridad, en el horizonte de la nueva Ficha Social solo se proveen turbios nubarrones.

 

El éxito hasta ahora menos cuestionado de Piñera ha sido la creación de “un millón de empleos”. Esto sin embargo se produce porque desde nuestra vida cotidiana es casi imposible contabilizar tales casos. Por esos confiamos en los organismos serios e independientes y sus métodos para contabilizar las cosas, que de otro modo son incontables y poco confiables. A la luz de análisis serios, sí al Gobierno de Piñera le midiéramos la capacidad de generar empleos con la misma regla que usaba la Concertación a esta altura solo habría generado 130 mil empleos al año. O sea el mismo promedio de la Concertación. Entonces, ¿Cómo  logra el gobierno aumentar casi tres veces esa cantidad? Obviamente, Achicando el kilo, acortando los días y reduciendo los metros. Es decir cambiando la vara con la que midió a otros por una nueva más cortita, con la que se medirá a si mismo. Desde el 2010 el  Gobierno utiliza un método que considera que si una persona trabajó al menos una hora en la semana anterior a la encuesta, ya puede considerarse como un trabajador completo. Mientras que antes por lo menos debía haber trabajado una semana. Allí esta la “magia” con que se crea la ilusión de pleno empleo. Una ilusión que el propio diario el Mercurio ha calificado como “la borrachera del empleo”.

 

Lo más preocupante es que la nueva forma de contabilizar tiene sus adeptos y émulos a nivel local, verdaderos acólitos goebbelianos a la hora de tergiversar la verdad.

 


 
 
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