En la gran mayoría de las emergencias industriales originadas por una catástrofe con grandes pérdidas humanas y materiales, se suelen crear conflictos de autoridad entre las distintas dotaciones de la planta, los servicios asistenciales y hasta los servicios municipales. Con frecuencia, la situación desemboca en un estado de confusión, alguien en forma desafiante finalmente preguntando, “¿quién está en control?”.
A menudo, quien termina haciéndose cargo de la situación es aquel que tiene el altoparlante. Y para cuando se restablecen las líneas de control, es probable que las victimas no hayan recibido la atención requerida y que una parte adicional de las personas se vea amenazada por el derrame de una sustancia química o una pérdida de gas inflamable. Días después, cuando llega el momento de hacer una evaluación de lo ocurrido, la revisión puede dar resultados tan confusos a las distintas dotaciones de la planta como fue el mismo suceso.
A fin de evitar un estado de confusión debido a la forma en que se imparten ordenes durante una emergencia, es conveniente fijar procedimientos que deben seguirse automáticamente cuando ocurra alguna.
De todas formas, muy frecuentemente la legislación no es la mejor solución para una situación de emergencia. Desde el punto de vista humano, y prescindiendo de consideraciones legales, una emergencia debe resolverse compartiendo responsabilidades. Los procedimientos que pueden surgir entre las distintas dotaciones y prever cuales son las formas más fáciles de resolver los problema, en una atmosfera sin tensión.
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