La real fortaleza de un pueblo podría estar relacionada con la capacidad de sacrificio que estamos dispuestos a hacer por los demás, pero principalmente creo que se ve reflejada en aquellos que sin nada a su favor y todo en contra hidalgamente se levantan y comienzan un nuevo día, decididos a sobrevivir y reconstruir, especialmente jóvenes que instintivamente ofrecen sus brazos e ideas para hacer de este un lugar mejor.
El incendio del sábado 12/04/14 en el puerto y otros como el de Rodelillo el año pasado, deja de manifiesto algunas situaciones como la precariedad e inequidad propia de un país subdesarrollado. Estamos cansados de escuchar a empresarios codiciosos dueños de grandes compañías y ejecutivos pusilánimes quejándose por lo que dejaron de ganar, mientras otros han perdido todo, también agota escuchar políticos quejándose por que eventualmente no podrían vivir con 4 millones de pesos mensuales, mientras otros lo deben hacer con $200.000.
Sabemos que la rebaja del sueldo de los parlamentarios no combate la desigualdad en especifico, pero debe existir consecuencia, empatía y dar las señales adecuadas para que el pueblo vuelva a creer y no seguir con la hipocresía de quienes tienen el cargo pero no la voluntad.
Afortunadamente la mayor parte de este Chile es indiferente ante la constante traición de los poderes del estado, especialmente el legislativo ¿donde quedo su vocación de servicio esgrimida en la campaña?. No importa, cada gota de rabia frente a tanta injusticia y abuso la transformamos en trabajo y la expulsamos con el sudor en las quebradas y cerros, porque así es el instinto voluntario, convertimos la rabia e impotencia en bondad y esperanza.
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