Martes, 23 de Abril de 2024  
 
 

 
 
 
Opinión

Es hora de que bailen los que sobran….

Pablo Rojas Torres Magister en Gobierno y Sociedad, Historiador. Mención en Ciencia Política

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En 2013, el sociólogo francés Alain Touraine manifestó que en Chile “el pueblo jamás fue unido, y siempre fue vencido”. Dicha cuña la realizó al periódico “La Tercera” en donde además da cuenta que nuestro país y su realidad política es fruto y consecuencia de un cierto desbalije de su institucionalidad generada, entre otras cosas, por el discurso sensacionalista “winner” que ha separado a la “Política” (Institucional) de lo social, como si ambas cosas no se correspondieran, o bien trataran de cuestiones diferentes.

De manera intrínseca –expone- dicho discurso ha cegado –deteriorándola- la discusión política y, como acto seguido, su reproducción se ha correspondido, inclusive, con aquellos sectores que han integrado la “Concertación” y/o “Nueva Mayoría”, pese a que fines de la década del 80´ tomaron como bandera de lucha el derrocar la Dictadura y su orden, proponiendo un futuro mejor en donde el autoritarismo y el despotismo de unos pocos no privara la voluntad general que debería regir en toda Democracia. Lo que vino tras el plebiscito es sabido por todos. No hubo cambio del sistema, y tampoco de las reglas del juego. Más bien, hubo modificaciones institucionales amparadas dentro  del discurso “de lo posible”, lo que ha instado demandas sociales y reclamaciones varias que han puesto en jaque a la democracia, a sus instituciones y a sus actores.

El diagnóstico en ocasiones suele ser lamentable: Aumento de la desigualdad; baja correspondencia de la clase política con las demandas ciudadanas; centralismo exacerbado; aumento de la contaminación medioambiental; estratificación de ciudadanos de primer y segundo orden; pensiones insuficientes; institucionalidad coaptada por los poderes fácticos, entre otras cosas. Sin embargo, pese a lo anterior existe una salida; y ésta no ha de ser tan fatalista como se expone en las líneas anteriores, pese a que la realidad no de margen para tratar de matizar lo que ocurre. ¿Cuál es? y/o ¿cómo se consigue? Son cuestiones que no están definidas, aunque existe un mecanismo que permitiendo jugar con las reglas establecidas posibilita en el mediano y largo plazo cambiar el estado de las cosas. Dicho mecanismo dice relación con ejercer un derecho ciudadano, y sobretodo, escoger un proyecto, una vía y una cosmovisión en torno a cómo se hacen las cosas y a través de qué medios.

Es hora de que los que se han sentido postergados en la toma de decisiones se atrevan y bailen. Es hora de que aquellos resignados “cansados” de cómo se han hecho las cosas en su localidad se manifiesten y den a conocer su opinión a través del voto, o bien la ratifiquen y otorguen un mayor respaldo a quien gobierna en sus respectivos municipios. Es hora de reivindicar el rol del ciudadano en la institucionalidad vigente. Es hora de sacar del discurso público el “no estoy ni ahí” o el “salga quien salga no me importa ya que tengo que trabajar igual”. Es hora ciudadanos, de involucrarse y construir un proyecto juntos desde la localidad. Es hora, y así transmitámoslo, de reivindicar un derecho que se ha ganado y que por factores de distinta índole ha terminado despreciándose. Muchos dirán, como ya parece cliché cada vez que se busca justificar la eximición en procesos participativos, que es la institucionalidad la que hay que cambiar, y que no hay mejor forma de manifestar ello que no votando. Pero seamos realistas, las reglas del juego son éstas, y sólo a través del voto y la deliberación se puede comenzar un cambio que traiga transformaciones socioculturales en el futuro.

 

Es ahora y en lo inmediato en donde se juega el devenir y el futuro de las nuevas generaciones. Es ahora, y no mañana, cuando se deben sentar las bases de aquello que algún día será una realidad. Es ahora donde el futuro próximo está en juego. La Clase Política nos ha privado de una nueva Constitución, como también lo ha hecho impidiendo una nueva definición de Estado como “descentralizado” y ad hoc a los requerimientos locales. Los mismos han imposibilitado la materialización del voto revocatorio y la destitución de las autoridades cuando lo amerite. No seamos cómplices pasivos de tales prácticas y comencemos por elegir a nuestras autoridades locales. No por compadrazgo ni tampoco por amedrentamiento, sino más bien por capacidades y proyecto de futuro… pues el día de mañana otros osarán juzgar el pasado del mismo modo en que lo hacemos hoy: en el aquí y en el ahora. Quizás tiene razón Touraine al decir que en Chile “el pueblo jamás fue unido”, pero está en nosotros escribir la historia de manera diferente, por lo que es imperioso tratar de no ser vencidos por el designio de los otros, de los pocos, de aquellos que siempre bailan… Es hora de que bailen aquellos que se sienten postergados y ajenos al quehacer de las autoridades.

La edición de estos artículos forma parte del proyecto “Ejerciendo Mis Derechos” financiado por el Fondo de Medios 2016 Secretaría General de Gobierno.             

 


 
 
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