Sabado, 20 de Abril de 2024  
 
 

 
 
 
Opinión

Día de los profesores 2018: razones para soñar y reflexionar

Por Francisco Rodríguez Arancibia, Presidente del Colegio de Profesores de Los Andes.

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En Chile, hasta el año 1973, el Día de los Profesores se celebraba el 11 de septiembre. En los años siguientes, se conmemoraba en diciembre. Desde 1977, se celebra el 16 de octubre, uniendo esta celebración con la fundación del Colegio de Profesores, A.G.

Estaría de más señalar la importancia de los profesores en la sociedad; recordar su influencia en la historia de nuestra república y en la vida ciudadana; lo difícil que ha sido históricamente un reconocimiento concreto a la labor docente, más allá de saludos y formalidades. Estaría de más, si lo anterior se cumpliera, pero todos sabemos que no ha sido así.

Es paradójico que, como ha sido siempre, esta celebración del Día del Profesor nos encuentre en plena negociación con el Gobierno a fin de mejorar algunas situaciones que inútilmente hemos venido solicitando insistentemente  por lo menos en las dos últimas décadas. No se trata de dinero, sino de condiciones mínimas  que enmarquen nuestra profesionalidad en un ámbito de legitimidad social que permitan mejores aprendizajes de nuestros alumnos. Hasta ahora la respuesta a nuestro petitorio ha sido absolutamente insuficiente.

Una educación que se fundamenta solamente en situaciones medibles, como las  pruebas estandarizadas, pierde la connotación de una educación a escala humana, valórica y ciudadana.

Cada uno de los actores tiene perspectivas diferentes: el Estado quiere profesionales y técnicos útiles para el surgimiento económico, a su vez los padres legítimamente desean hijos profesionales, por otra parte, el empresariado solicita un buen trabajador, normalmente el que pueda rendir más.

Algo se ha avanzado gracias a la perseverancia de la razón y la presión social y sería miope no reconocerlo. Sin embargo, las bases estructurales del sistema educativo permanecen incólumes, como el sistema de financiamiento vía subvención por asistencia media, que provoca una competencia por la matrícula y naturalmente por la asistencia. Chile es el único país del mundo que presenta esta forma de financiamiento que, en muchas oportunidades, trae como consecuencia que los administradores educacionales y las autoridades comunales y de otros niveles –en su inmensa mayoría no docentes- pongan como primera prioridad la matrícula para maximizar los ingresos y no el proceso formativo propiamente tal.

Creemos que no es posible seguir manteniendo este sistema de financiamiento -aun mejorado con la subvención especial preferencial o el fondo de apoyo a la educación pública- en circunstancias que desde el punto de vista más elemental y lógico, las necesidades educativas son diferentes en cada establecimiento. Ello a su vez podría racionalizar los aportes de las municipalidades a la educación mientras se implementan los Servicios Locales de Educación.

Recordemos que es el Estado el encargado de proteger el derecho a la educación, y no como un bien de consumo, sino que, como una externalidad positiva para la comunidad. Por ello, insistimos en que se organice teniendo como fundamento el centro de costo por establecimiento, que permita mantener proyectos educativos, recursos técnico-pedagógicos, así como la siempre creciente asistencialidad escolar, de la misma forma las escuelas y liceos deberían tener instancias reales de participación en sus presupuestos.

Otro tema estructural corresponde al currículum, es decir, qué tipo de selección de cultura transmitimos e incorporamos en los saberes escolares. Esto es importante porque es esa selección de saberes y conocimientos la que forma un determinado tipo de sociedad, y a su vez inserta en esta un determinado tipo de persona.

Las propuestas del Primer Congreso Pedagógico de nuestra Asociación Gremial  del año 2005, es decir, hace 13 años, nos dan razones para soñar: los profesores apuntaron a un ser humano con trascendencia y sociabilidad, educado en integralidad e inclusión, constructor de cultura en lo cotidiano, respetuoso del otro en cuanto al mismo valor que me otorgo a mí mismo; tolerante frente a la diversidad étnica, orientación sexual, ideológica, religiosa, por tanto, en condiciones de comprender los diferentes estilos de vida; realizador y comprometido con la justicia, capaz de comprender e insertarse armónicamente la sociedad, la familia y el trabajo, con espíritu crítico y creador, por consiguiente de discernir y disentir; asimismo, con actitud para superar las tendencias individualistas y competitivas, asertivo y resiliente, altruista y poseedor de competencias y habilidades para la sociedad y para sí mismo.

Uno de los elementos centrales del petitorio actual, insuficientemente respondido, dice relación con el agobio laboral, en definitiva, se trata de dar respuesta a la interrogante si existe una organización racional, saludable y razonable del trabajo docente. Al respecto expresemos que reducir la función docente a un estándar, es decir, a una forma preestablecida de proceder, reduce, simplifica y termina por anular nuestra labor formadora, mutilando la parte valórica, crítica e inclusiva, amén de pervertir nuestro rol profesional convirtiéndonos en meros técnicos y cadena de transmisión de conocimientos. Permítanme dejar planteada la interrogante ¿acaso se asiste a la escuela para aprender solo lo que se mide en pruebas estandarizadas?

En cuanto a las condiciones laborales, es pertinente dar a conocer algunas cifras -no elaboradas por nuestro Colegio de Profesores-, algunas de ellas muy impactantes, pero que son invisibilizadas o no consideradas: así por ejemplo, el Informe de la OCDE 2018 señala que Chile tiene la jornada más larga después de Dinamarca: 1.039 horas anuales, en circunstancias que el promedio en estos países, es de 799 horas anuales; tan larga jornada es por el recargo de tareas y la extensión a la Jornada Escolar Completa, que en costo presente significó en su implementación 10 mil millones de dólares.

La carga lectiva, es decir, horas en aula, asciende a 1.064 en un año escolar, ello significa un 36% en educación básica más que en los países de la OCDE, y un 62% más en tercero y cuarto medio que en los citados países; el informe culmina señalando que en cuanto a la movilidad social que significa la educación, y que permite progresar de generación en generación, en cuanto a competencias, ingresos y estatus, Chile “es un ascensor social roto”, es decir, no hay movilidad social.

Hasta el momento, nulas han sido las respuestas que hagan un mínimo de justicia a nuestros colegas mayores, pues se pretende desconocer que existe obligación del Estado sobre la Deuda Histórica; tampoco ha habido avances en el necesario reconocimiento de las menciones para los docentes de Educación Diferencial, Prebásica y Básica. Tampoco se responde con una solución a los profesores que pasan años en la zozobra del sistema a contrata, pues mientras los municipios no llamen a concurso público para acceder a la titularidad de las horas, el docente no sabe si continuará trabajando o le será reducida su jornada. En la práctica, esto no permite acceder a un crédito hipotecario, por ejemplo. ¿No merecemos acaso el mismo trato de los demás trabajadores que acceden a la planta luego de dos años de continuidad en el trabajo?

Con dolor, debemos señalar que nuestros profesores que POSTULARON al retiro en 2016 (hace dos años), aún deben seguir en sus puestos de trabajo pues el financiamiento para su retiro no llega.

En la práctica, la escasa preocupación por la educación se advierte en las obras más que en las palabras que sobran, cómo es posible que habiéndose promulgado la Ley que creó el Sistema de Desarrollo Profesional Docente -hace ya más de dos años- aún no existe el reglamento de esa Ley, que es lo que permite la sintonía fina y la parte operativa de la norma.

En este Día de los Profesores, tenemos razones para celebrar y también para soñar y para reflexionar: Walt Whitman decía que “solo soñando es libre el hombre” y los docentes somos personas libres y soñadoras.

Hago llegar mi más sincero reconocimiento a esa profesora y ese profesor que, pese a todas las dificultades, sigue poniendo el alma en la formación de sus estudiantes. Mis respetos, estimados colegas de Los Andes, Calle Larga, San Esteban, Rinconada y de todo Chile; somos hermanos de vocación y de interés social, porque no hay nada más social que lo humano, independientemente de si ejercemos en el sector municipalizado, particular subvencionado  o privado.

Que nuestra vocación nos fortalezca en la unión, enfrentando los obstáculos con verdad y justicia, como decía Gabriela Mistral, la poetisa tan andina y tan maestra: “donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú, donde hay un esfuerzo que todos esquivan, acéptalo tú”.

 

¡Que vivan los profesores para que viva Chile!


 
 
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