Hoy como antaño, también nos reproducimos, pero nuestra estructura social ha cambiado en varios aspectos que inciden en nuestra vida diaria.
La mujer ha logrado posicionarse en actividades que le estaban vedadas por imposición del “hombre”, que había subyugado la voluntad femenina y propagado una creencia de superioridad masculina, convirtiendo esta ignominiosa falacia en una característica cultural, de la que no nos hemos desprendido aún.
En una suerte de equidad incompleta, hombres y mujeres, tienen la oportunidad de trabajar fuera de casa, pero ¿En que posición jerárquica de prioridades ubicamos a nuestros hijos?.
Históricamente la mujer ha llevado la responsabilidad del trabajo al interior del hogar, quedando el “macho”, convenientemente, relegado a una labor de proveedor.
En mi experiencia veo que varios hombres no están disponibles para asumir la crianza, considerando además que la estructura social, escasamente lo permite.
Hemos externalizado la crianza y con ello socavado los pilares que sostienen nuestra convivencia en sociedad. La familia ha delegado tareas esenciales fuera del núcleo, adoptando solo un rol fiscalizador.
La subcontratación se caracteriza por la falta de compromiso del personal externo. El mandante no puede dar instrucciones directas a un trabajador de otra compañía, lo que distorsiona las relaciones laborales, provocando múltiples inconvenientes.
Cuando entregamos nuestros niños al cuidado en la sala cuna, “nana”, abuelos, tíos, etc, externalizamos gran parte de la crianza. Desde temprana edad nuestros hijos son expuestos a una multiplicidad de motivaciones, directrices y en los casos extremos, de valores, los que muchas veces se contraponen generando conflicto; sin contar las graves dificultades de vinculación del niño(a) con sus padres, que es el pilar fundamental del desarrollo íntegro de la personalidad.
Si solo enfatizamos en la estructura socioeconómica, evidentemente el horario laboral, más los desplazamientos influyen en esta realidad, pero ¿qué parte de nuestra autorrealización, ingreso económico, tiempo y espacio estamos dispuestos a ceder?.
Nuestros hijos no traen consigo un interruptor que podamos activar o desactivar a nuestro antojo, seleccionando el modo “hijo encendido” cuando vayamos por ellos (as) a la sala cuna, ya que el switch está en mode-on toda la vida.
No se trata de inclinar balanzas, ni tampoco de justicia de género, se trata de que ambos, padre y madre, contribuyan a su desarrollo personal, participando activamente en la formación y desarrollo de mejores personas para el futuro.
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