Quien camina en un corredor de una añosa casa de campo, no camina solo. En el aire van perfumes de jazmines, en las tejas nidos de golondrinas, en las vigas bosques de álamos, en los pilares el sureño roble rojizo, en el piso adoquines de cantera, y en el ambiente recuerdos de siglos.
Arquitectura española, planos de monjes viajeros, manos fuertes campesinas que moldearon adobes de arcilla y tejas rojas de lavadas laderas de cerro. Ventanas medianas se asoman desde los cuartos y en parrones caseros cuelgan racimos dorados de uva “tonta” en los costados de los pilares.
Faroles de fierro forjado, recuerdan los chonchones de aceite, el color blanco o rojo colonial maquilla el muro alto y grueso. Escaños tejidos de totora añoran los esteros, la flor de la pluma enreda zarcillos en el travesaño e imponentes tinajas le hacen un guiño al inexorable paso del tiempo.
Arquitectónicamente se encargan de generar espacios protegidos del exterior y si se amplía el corredor, este puede ir tomando otras formas como espacios para permanecer, las llamadas galerías. Otro elemento típico es cuando cambian de dirección, que empiezan a acoger los patios interiores. Era común en la casa chilena incorporar en estos patios, arcos, vegetación, espacios más duros, piscinas etc. como elementos complementarios.
Especialmente en Valle Alegre, paisajes otoñales de verdadera pintura, son los frutales de quinta que perduran en estos espacios, blanquillos tardíos, caquis transparentes, membrillos corchosos, crujientes ribier, semillas de rosas silvestres y películas de musgos en las piedras, teniendo como telón de fondo el canto triste y susurrante de esa cuculí que extraña la primavera, y la mirada nostálgica de doña Herminia, quien habita esos aires, hace 87 años.
Aconcagua nos regala dos construcciones inigualables, casa Chacra Mardones en San Felipe y casona San Regis en San Esteban, nos miran desde fines de siglo XVIII, se erigen con las encomiendas, huelen a historia, son conservadas y respetadas en su mantenimiento por El Club San Felipe y la Familia Arribas Zenteno, respectivamente. Básicamente constan de tres cuerpos de un piso y de una crujía, que rodean un patio central abierto, formando una U. Sus corredores son porticados y se acceden por un característico zaguán.
Eminencias en arquitectura alaban estas construcciones, al hablar de casas sustentables, su condición realiza una especie de zona intermedia entre el patio y el interior, lo que, unido a la masa térmica del adobe de las murallas, provoca una suerte de buffer climático, dando ambientes temperados en invierno y frescos en verano.
Sin duda patriotas de la independencia amarraron sus caballos en esos corredores, se sacaron las espuelas en unas viejas bancas y caminaron su cansancio en frescas tardes.
Con toda seguridad, las cerámicas brillaron en un gran baile de presentación de la quinceañera primogénita,
Seguramente, una elegante familia se subió en un coche para la misa dominical de mediodía.
Es un hecho que indígenas, sambos, mulatos e inquilinos impregnaron su sudor en las baldosas.
Con toda certeza, podemos asegurar del corredor del tiempo, que, si lo caminas, no lo haces solo…
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