Pareciera que 40 años no es nada, mas los trabajos que caracterizaron a Aconcagua en esa década tenían otro aroma, caminaban otros personajes, los ritmos eran diferentes, como también los sueños.
Aconcagua se convertía en pionero en el tema de parronales, la industria exportadora innovaba la temporada y la familia campesina y urbana estaba 24/7 en torno a ella. La tecnología de riego y plantación daban un salto de calidad en el campo, mientras que la agroindustria debía adaptarse a los requerimientos externos de embalajes, tratamientos y conservación de las frutas.
El Oso Villarroel afirmaba su cuerpo de un metro noventa en las novedosas cámaras de frio de la época, aprendía a manejar el Yale, etiquetar los pallets, ocupar las tras paletas y no dejaba de organizar las pichangas del packing, lo que hoy serían las pausas activas.
Se instalaban las principales exportadoras del mundo y San Felipe y Los Andes se consolidaban a pesar de las crisis económicas. Las variedades Thompson, Flame, Ribier y Red Globe, eran la cara de nuestro terruño.
Juan Carlitos y el gordo Arenas en Aconex, cruzando la línea férrea en San Felipe, manejaban la noche de packing, tratamientos de fumigación e interminables embarques de camiones planos y uno que otro con mayor tecnología. Su amabilidad a pesar de las grandes exigencias del trabajo, son recordadas en el valle.
Olmedo y la exportadora Agro Frío en La Chaparrina eran una amalgama de los campos antiguos con galpones colmados de fardos de alfalfa y tambores con miel, además de packing, cámaras de fumigación y de frío para tratamientos y cajas con uva respectivamente. Pedro López era el incombustible, no tenía casa en la temporada, a ratos en la grúa horquilla, otros en las cámaras y siempre con la solución a los problemas en sus manos.
El gran Héctor Sáez, de la exportadora Río Blanco, inolvidable personaje. Desde su oficina en un segundo piso distribuía el juego, como el mejor mediocampista. La salida de los barcos, el carguío de los camiones, el llenado de las cámaras de frío, las inspecciones, muestreos y fumigaciones, todo pasaba por su lupa. Sin duda Los Andes le debe mucho, sus desvelos contribuyeron al desarrollo de la fruticultura y de muchas familias.
Nélida Olmedo y Toño Herrera en La Higuera, Santa María, destacados administradores del Packing de los Covarrubias, largas jornadas completaban un trabajo de excelencia, que distinguía ese rincón, camino a Santa Filomena.
Pato León, inconfundible personaje, carácter fuerte para lidiar con los agotadores embarques de frutas en David del Curto. Paciencia infinita en el despacho de los camiones planos encarpados, donde las cuadrillas daban clase de habilidades y ñeque con las sogas, al dejar con perfección contenidos los pallets sobre cada rampla.
Rubén Garrido y Pablo Rioja, dirigieron por décadas la exportadora Unifrutti en calle Michimalongo de San Felipe, actualmente terrenos con nuevas poblaciones, que sin duda están impregnadas de ese noble espíritu de alma campera y desarrollo agroindustrial.
Ximena Berríos y Abner Díaz, otra dupla de excepción, quienes desarrollaron el trabajo de las uvas en la exportadora Frutexport, en esa hermosa avenida con plátanos orientales, llegando a la plaza de Santa María.
Cesar Gormaz y su fidelidad a toda prueba en el fundo El Guindal, de Calle Larga, junto al pionero fruticultor y obtentor de la variedad Red Globe, Carolus Brown. Campo antiguo, de los originales del valle, que supieron ir desarrollándose en tecnologías de variedades, viveros y cuarentenas. Su casa de fundo es sin duda un orgullo y patrimonio de la provincia.
Como no mencionar a don Carlos Rivacoba, quien junto a su colega e hijo aun dirige su destacada producción de nueces en el fundo El Castillo. Su equipo, conformado con Polín, Elisa y Carmen, no desmaya en los quehaceres. Cuatro generaciones caminando bajo los añosos encinos de la entrada.
Inolvidables packing de los 80, los que desarrollaron las rutas, un recuerdo para personas entrañables de esa época: Luis Fernández, Lito, Agustín Mancilla, Justo Henríquez, Fabián, Jorge Mandiola y tantos otros.
Aun recorren los viejos pasillos de las plantas exportadoras y salas de mantención los espíritus icónicos de los Cruz Ponce, Reinoso, Neira y Gallegos.
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