Viernes, 29 de Marzo de 2024  
 
 

 
 
 
Cultura y ciencias

Costumbrismo Rural… Rastrojos de otoño …

Crónicas de pueblo por Sergio Díaz Ramírez, Instagram @amanecerdelgallinero

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En los campos andinos, la apertura de las tranqueras era una costumbre de otoño que las familias campesinas esperaban con anhelo. Como no recordar los avisos del fundo El Guindal, anunciando los rastrojos de nueces. Inolvidables también los boca a boca de rastrojos de papas en las grandes siembras de don Jorge Carvajal, en los campos de San Pedro o los ajos en las benditas tierras de Llay Llay.

Si bien técnicamente los rastrojos son los restos de tallos y hojas que quedan en el terreno tras cosechar un cultivo, recurso que es muy bueno para proteger el suelo del impacto de la precipitación erosiva y la consiguiente escorrentía, mas los campesinos incorporan al concepto los restos llamados de poco valor, los que con trabajo y paciencia se convierten en una entrada añorada en ciertas zonas.

Las vacas del Tite Zenteno rumiaban de manera directa los potreros con cañas de choclos, luego de la temporada de humas y pasteles, pero su inquietud de empresario lo llevó a encontrar la maquinaria para enfardar estos rastrojos, los que colmaban alguna bodega de calle El Molino de San Esteban. Dichos fardos no solo eran utilizados en la alimentación del ganado en los fríos inviernos andinos, sino que eran muy decorativos en ramadas de las Fiestas Patrias.

En los años 80, las nogaladas de don Fernando Vargas cubrían los potreros entre Tocornal y Los Olmos, terminando a los pies del cerro Cortado. Los colosos cargados con sacos de nueces luego del apaleo sin piedad de los grandes árboles iban al packing. Primero un floreo a principios de marzo y luego repasadas a fin del mes hasta dar por terminada la faena de cosecha. Sin embargo, la tarea no estaba completa hasta que el costumbrismo rural se apoderaba de los rastrojos, es ahí que vecinos como los Rodríguez escalaban los ramajes descubriendo cada trima olvidada entre sus hojas.

Si de rastrojos hablamos, los potreros de trigo de los 70 eran cosechados en pleno verano, los que amarillentos esperaban las bajadas de majadas de corderos que terminaban las veranadas a fines de marzo. Los Montenegro regresaban con miles de ovejas merinos a las invernadas del llano, pero ya sabían que el otoño los recibiría con restos de fibrosas cementeras que las ayudarían durante su preñez, pues los carneros ya habían realizado su trabajo en las altas cumbres.

En el tema de los rastrojos todo el mundo sale ganando. Es la herencia de la sabiduría del campo, pues dicha cosecha tardía y complicada es muy importante realizarla, así se impide que los frutos alberguen plagas y pasen al año siguiente. Las descargas completas en frutales influyen en la producción venidera y la materia orgánica de los cultivos es fundamental en la técnica de cero labranzas.

Los pampanitos de uva también eran bienvenidos en la apertura de tranqueras. Las ferias y mercados de barrio se nutrían de estas uvas maduras para terminar en los coches de feria. La flame, sultaninas, ribier y pastilla, todas muy perfumadas, eran las delicias de las caseritas. Además, una vez cosechadas para las cajas de exportación, lo que quedaba colgado fue el inicio a la tarea de las pasas, convirtiendo a Aconcagua en el principal productor nacional.

Hace algunas décadas, el laboreo de las pasas era muy artesanal, pero sea como sea, otro subproducto fue quedando como rastrojo, las raquis y pasas vanas, que poco a poco ha ido adquiriendo valor al ser un extraordinario complemento para la alimentación del ganado. Las cabrerías de Ranchillo en Rinconada ya no solo dependen de las praderas naturales, pues esos bulliciosos borregos se nutren con la leche materna de cabras suplementadas con desecho de pasas.

Don Javier, en la zona de Las Compuertas en Quebrada Herrera, experimentado campesino, criador de aves y animales rurales, recorre en una antigua camioneta azul la zona buscando rastrojos y subproductos. Llama la atención un gran montón de pelón de almendra bajo su cobertizo, que lo utiliza especialmente en la dieta de las cabras.

A nivel latinoamericano los residuos de cosechas, llamados rastrojos, esquilmos, pajas, zacate, pastura, clazol o basura, juegan un rol muy importante en las producciones agrícolas y pecuarias y cada vez son más estudiados. Don Javier nos comenta que en estos tiempos es una gran solución para los pequeños ganaderos, pues el alimento tradicional de fardos, pellet, concentrados y silos son excesivamente onerosos.

El romanticismo del campo andino se apaga. Ha cerrado sus tranqueras, no sólo la pandemia ha puesto los candados, no sólo el desarrollo ha cercado las confianzas, no sólo el egoísmo nos ha llevado al cambio. Generalmente creemos que el éxito nos debe ensimismar, nada más equivocado y la cadena de los rastrojos nos demuestra lo contrario, todos ganan con este círculo virtuoso y especialmente la naturaleza.


 
 
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