Viernes, 26 de Abril de 2024  
 
 

 
 
 
Cultura y ciencias

Costumbrismo Rural...Cantó el Pitío.

Crónicas de pueblo por Sergio Díaz Ramírez, Instagram @amanecerdelgallinero

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De niño veía al tío Pancho picar las rumas de leña para el consumo diario y lo hacía a su ritmo, un tanto fastidioso, de tantos años que llevaba a cuestas. Excepto en las oportunidades que escuchaba cantar el pitío, situación que costó mucho averiguar, pues no era dado a revelar los secretos del campo. Un ritmo inusual hacía mover el hacha de arriba abajo y hasta con cambio de manos. Uno, dos y hasta tres atados trasladaba a la cocina, esa de los agasajos y panes calientes. Ni siquiera se tropezaba en el angosto sendero, entre las higueras blancas y la pesebrera.

Sabido era que los queltehues llamaban las lluvias, pero no el pitío, quizás el viejo tío Pancho estaba equivocado. Una revuelta de nubes, viento norte y sur oscuro, daban la razón a esa sabiduría heredada de los campos. Una radio a pilas podría estar ayudando a predecir el clima, mas los picotazos del carpintero pitío, resonaban seco en las duras acacias. Once de la mañana y el brasero era atizado por esas trabajadas manos, un piso de totoras servía para el descanso y tranquilamente escuchar los gruesos goterones de esa caída torrencial.

El ambiente que se producía en el aguacero, permitía acallar las voces y escuchar el campo. Un angustioso bramido de unas lecheras venía de lejos, lloriqueos de los pichos decían presente al igual que los cantos cortos y agudos de los zorzales. La gotera del comedor tintineaba en la palangana de aluminio, un chiflón de viento hacía de polizonte a través de un vidrio roto y los cambios de temperatura provocaban el crujir de las vigas de álamo. Un tic nervioso originaba un movimiento de cabeza al tío Pancho, mientras se abrochaba una chaqueta, muy característica de su persona y que escapaba de la vestimenta campesina.

Una luz tenue durante la cena daba el ambiente para discutir el mito o leyenda del curioso pitío. La seguridad del tío Pancho, las precipitaciones que continuaban en la noche y lo inquietante del ambiente nocturno, no dejaban espacio a las dudas. Así era ese campo crédulo, inocente y misterioso, más cuando podíamos pensar que esas conductas naturales de los pitíos, ya no serían interpretadas de la misma manera en la actualidad. Han salido otras teorías y estudios sobre estos comportamientos. Definitivamente el tío Pancho no estaba equivocado y modernos informes nos hablan de la interpretación de las aves bioindicadoras, que desde tiempos inmemoriales nos han ayudado a entender la naturaleza.

Junto a unos amigos y ahora que ya sabíamos la importancia del pitío, nos interesaba de sobremanera conocer su nido, pues en nuestros recorridos habíamos visto muchos, de cachuditos, chincoles, zorzales y tórtolas, mas no del carpintero. El tío Pancho, entre el sonido de su inseparable radio chicharreante, nos había escuchado, y nos daba algunas luces de como descubrirlo. Nos diferenciaba su reclamo del canto (trino o gorjeo). Cuando canta lo hace con sonidos largos y es porque anda buscando la hembra, mientras que el “reclamo”, sólo comunica estados de alarma. La verdad no logramos percibir la diferencia, pero Carlitos Vera, un amigo que vivía en el pajonal, nos descubrió la guarida del pitío, en unas cuevas que bajaban al estero, a los pies de su casa.

Hasta seis huevos había contado Carlitos, mientras la hembra se alimentaba en los gruesos troncos en descomposición de sauce, repletos de formas juveniles de pololos nativos, unos coleópteros verdes y rojos con negro, que abundaban en primavera. Mediante su delicado oído, el pitío descubría las galerías al interior de la corteza donde se habían depositado los huevos, una vez nacidas las jugosas larvas, crecían alimentándose al interior. Su fuerte ranfoteca, no encontraba límites en la dureza de los árboles, de manera que, al descubrir el movimiento interior, realizaba el orificio que le permitía robar el suculento alimento, rico en proteínas.

El pit-tiu, pit-tiu, se hacía notar en los tiempos del tío Pancho, el tac -tac de los picotones en la madera o su trino característico decían “aquí estoy“. Lamentablemente esta nativa ave se encuentra en la actualidad en una condición de “preocupación menor”, y no es por falta de larvas de los insectos xilophagos, pues ellos se las arreglan para mantener sus poblaciones. La degradación del hábitat de los bosques nativos, los incendios forestales, monocultivos, árboles grandes dañados y por supuesto la ausencia de precipitaciones, que lo han dejado sin su función de leyenda.

Panchito como era conocido, ya cargaba más de siete lustros y su habilidad con el hacha, la compartía con la lectura, y era notable verlo en cualquier oportunidad con un periódico doblado bajo el brazo. El “Repórter Esso”, otro de sus imperdibles, era una síntesis noticiosa radial, de siete minutos, que la agencia de noticias UPI, distribuía y era reproducida en radio Agricultura y posteriormente en la emisora Minería. Su conexión con los hechos mundiales y nacionales, lo mantenían dominando todos los temas, a pesar de vivir en los rincones camperos tradicionales del 1900.

El pitío, nuestro carpintero mas abundante y distribuido en los campos abiertos, quizás no es de los más conocidos en el boca a boca popular, mas sus mitos y leyendas no se terminan en las lluvias torrenciales, quizás el mejor anuncio lo realiza con tres días de anticipación, prediciendo mejor que las clarividentes que llegara una visita muy importante que puede cambiar tu vida. El tío Pancho nunca supo del mito que podría haber terminado su soledad, al estar atento a esa persona que pasó muy cerca, luego del repetitivo reclamo, pit-tiu, pit-tiu.

 


 
 
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