Estas son las cosas que nos asombran de la naturaleza, si no supiéramos que vienen desde otros parajes, con costumbres diferentes, ambientes y comportamientos foráneos, no sabríamos que pensar. Incluso mirando la obra, el trino y los cientos de habitantes, casi comprenderíamos el nuevo lenguaje juvenil al referirse al “poliamor”. Si bien las cotorras argentinas se han hecho normales en algunas comunas de Santiago, ya podemos observarlas totalmente adaptadas a nuestra zona precordillerana, específicamente en Primera Quebrada, una que suele recibir nevadas en los inviernos andinos.
Generalmente, al analizar ecológicamente los comportamientos de la avifauna, no se habla muy bien de las introducciones de nuevas especies, ya que se argumentan numerosos principios, plagas y enfermedades, falta de depredadores, comportamiento invasivo, competencia por hábitat y tantos otros. Sin embargo, estos fenómenos han ocurrido siempre. Un ejemplo fue la introducción de las codornices desde Norteamérica y han pasado ya más de cien años y nadie se pregunta a esta altura si fue buena o mala su llegada, sólo es una especie más y por lo demás demasiado linda.
Las colonias de esta zona cordillerana causan expectación, admiración y un dejo de nostalgia al imaginarse que deberían provenir de paisajes subtropicales, pero no necesariamente. De hecho, he observado los mismos nidos en alamedas de Mendoza, durante días de clima de frío extremo, lo que habla de su proceso adaptativo. ¿Qué encontrarían en Primera Quebrada? Podría ser su exposición norte, incremento densidad poblacional, topografía accidentada de quebradas y alturas, arbustos, árboles nativos y principalmente una carretera llena de camiones de carga, cuyo origen o paso es precisamente la república argentina.
Curiosamente al igual que los gorriones, gustan del ser humano, de los poblados, de sus antenas y postes de electricidad, de las yemas de los árboles ornamentales de las avenidas, quizás hasta de ese caminar cansino de un par de viejos que se fascinan con su canto y revoloteo.
Definitivamente también gustan de los transportes de carga, donde cual polizontes se han desplazado ayudados por el conductor, llegando sin ningún documento de identidad, zoosanitario, nacimiento, libreta familiar, anillado ni religioso. Un caminante de la vida, cuyo ánimo viajero le ha hecho conquistar territorios tan disímiles como el frío londinense a las altas temperaturas de los Emiratos y seguramente van por más.
Así como lamentábamos durante enero las llamas que no se detenían en Los Chacayes, a sólo trece kilómetros de Primera Quebrada, con bajas de innumerables especies de aves, en la misma temporada podemos comentar la bajada de los huanchos desde el cordón alto y llegada de los monjes. Así es la naturaleza, nos quita y nos da, nos restringe y retribuye, es lo hermoso de la vida, sólo tenemos que saber interpretarla. En la foto nos ha llamado la atención la estructura del nido, no sólo por el porte, más bien por la magnificencia de su arquitectura que utilizando precisamente ramas espinosas de Chacayes, suspendieron y fijaron una obra monumental.
Primera Quebrada es conocida en el mundo del trekking, pues hace de entrada a la cumbre del cerro Mocoén. Hoy sus caminantes también podrán comentar el canto de los monjes, sus catedrales y estructuras familiares. Ese andar que comulga con la historia, con entierros, vasijas y restos de Pucará del mundo inca, ese que ya cumple seiscientos años. Al inicio de la subida el canto alegre de los pericos trasunta algo de inquietud. Claro los lugareños han visto los cernícalos acosándolos en busca de crías y huevos, mas la vida de tumultos que llevan es su manera de encontrar una defensa de tropa, que normalmente los salvaguarda.
Estos monjes de hábito y capucha habitan en los llamados monasterios, nidos comunales de gran altura y tamaño, realizando una compleja comunidad, originando entre siete a ocho crías por familia. Los sonidos son múltiples, mientras sus conversaciones sólo la entienden entre ellos, son capaces de imitar nuestras palabras, provocando el engaño al ser humano. Efectivamente son originarios de países cálidos como: Brasil, Bolivia, Perú, Paraguay, Uruguay y Argentina hasta la ciudad de Córdoba. Sin embargo, su espíritu colonizador aprovecho la forestación de la pampa húmeda y avanzó hasta el sur de Buenos Aires.
Qué hacemos con los inmigrantes, menudo tema, cómo si nuestros países no se hubieran hecho de esa manera. No se equivoque estamos hablando de ecosistemas, ecología y especialmente de las aves. El Servicio Agrícola y Ganadero ya se ha pronunciado. De hecho, la Resolución Exenta n°942/2016, autoriza a una empresa, bajo ciertas condiciones a eliminar palomas, gorriones y pericos monjes. La consulta es donde están los estudios que demuestran el peligro de cada una de estas aves. Tampoco he escuchado a los animalistas o universidades que indiquen un posible camino. España viene de vuelta con el tema del gorrión y hay movimientos para su conservación, no vaya a ser que este último migrante afincado en Primera Quebrada, como buen monje nos haga un acto de contrición.
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