La noche del lunes, los ocho candidatos tuvieron la oportunidad de exponer sus propuestas en el debate televisivo de ANATEL, que más allá de su formato tradicional, buscó ser una radiografía de las estrategias finales antes de la elección. Sin embargo, lo visto no modificó sustancialmente el escenario que las encuestas vienen anticipando. Fue, en términos generales, un ejercicio democrático valioso, pero carente de sorpresas o definiciones relevantes.
Jeannette Jara, candidata del oficialismo, tuvo un desempeño correcto. Sus intervenciones fueron ordenadas, de tono sobrio y enfocadas principalmente en José Antonio Kast, a quien percibe como su rival directo en una eventual segunda vuelta. Lo más llamativo fue su intento de marcar distancia con el gobierno de Gabriel Boric, del cual formó parte como ministra. Consciente del bajo apoyo al Ejecutivo, Jara busca atraer votantes moderados sin perder la base de la izquierda. Su desafío no es menor: el techo electoral del oficialismo ronda el 30 %, y para ganar necesitará superar ese umbral.
Evelyn Matthei, en tanto, no tuvo una mala actuación, pero su figura parece haber entrado en una zona de irrelevancia política. No fue blanco de ataques ni de confrontaciones —a ratos, simplemente no existió para Jara, Kast o Kaiser—, y sus intentos por igualar la firmeza discursiva de sus competidores llegaron tarde. Su relato técnico y correcto careció de un elemento emocional que conectara con el electorado. Entre la consolidación de Kast y la provocación de Kaiser, su voz se diluyó.
José Antonio Kast repitió su libreto habitual. Su discurso giró en torno a la seguridad y el orden, evitando entrar en terrenos incómodos. Redirigió casi todas las temáticas —desde la economía hasta los derechos humanos— hacia su eje de control y autoridad. Es consciente de que ese mensaje conecta con un país cansado de la incertidumbre, y ha hecho de ese terreno su refugio discursivo.
Johannes Kaiser, por su parte, fue frontal y agresivo. Más que persuadir, agitó. Sus ataques directos a Jara buscaban mostrar fuerza, pero dejaron en evidencia la falta de profundidad programática. Sus propuestas económicas y sociales se quedaron en lo superficial, sin ofrecer respuestas concretas. Franco Parisi repitió también el libreto conocido: apeló a la eficiencia y la técnica, intentando posicionarse como una opción centrista y práctica. Sin embargo, su mensaje, pese a sonar razonable, sigue sin generar confianza más allá de su núcleo duro.
A pocos días de la elección, todo indica que la seguridad será el tema decisivo. Mientras Kast y Kaiser la abordan desde un enfoque punitivo que sintoniza con la ansiedad ciudadana, Jara intenta no ceder del todo a esa narrativa, pero sin ofrecer una alternativa que conecte emocionalmente con el electorado. La izquierda chilena sigue enfrentando una dificultad estructural: hablar de seguridad sin perder coherencia con sus valores. En esa tensión puede definirse buena parte del resultado del domingo.
El debate fue, en resumen, una contienda de contención más que de conquista. Los candidatos consolidados optaron por no arriesgar. No hubo ganador claro. Los resultados del 16 de noviembre dependerán más de factores estructurales que del desempeño televisivo: el voto obligatorio, la centralidad de la seguridad y, sobre todo, la evaluación del gobierno. Si la ciudadanía percibe mejoras en su bienestar, Jara podría sorprender. Pero si predomina la frustración con la gestión actual, todo apunta a una segunda vuelta entre Jara y Kast, con una derecha fortalecida y un Congreso fragmentado que podría definir, una vez más, los límites del próximo gobierno.
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