Lunes, 9 de Junio de 2025  
 
 

 
 
 
Opinión

Por qué el Guatón Loyola es de Los Andes

Por Luis Rojas Jelvez
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Foto: Andes Online

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La razón de esta crónica se centra en un episodio que la periodista del diario electrónico “El Rancahuaso”, Alejandra Noemí, se propuso. Y consistió en descifrar los orígenes del “Guatón Loyola”, para lo cual se vino a San Felipe, en donde tenía parientes que le brindaron estadía para la ocasión. Sus comentarios los vierte en una crónica, la cual ha sido leída 3.974 veces, según el contador de visitas que indica la portada de ese diario. Así ella llega a Los Andes y se dirige al Parque Cordillera, ya en el interior de la fonda del “Guatón Loyola”, en que se celebraba su Festival, dice que procedió en su calidad de corresponsal a sacar fotos y conversar con la gente que consumía en la famosa ramada del “Guatón”. Y para sorpresa de ella constató que poco sabían de la historia del “Guatón Loyola” y menos si había ocurrido en Los Andes tal golpiza. Y a su juicio, lo peor para sus propósitos ocurrió después, cuando un lugareño (Ño Pedro) le manifestó sorprendentemente para ella, que eso había pasado en Parral. En realidad esta interpretación, más que favorecernos, nos daña y como andino, debemos, a mi juicio revertirla, pues no basta con hacer un evento o una fiesta, porque de hecho hay muchas comunas que hacen sus festivales (desde la sandía hasta la tuna). De tal forma que nosotros debemos ir más allá de la actividad festivalera, tenemos buscar la diferenciación y la única forma de hacerlo es dándole contenido al hecho, averiguar para adentrarnos en la cultura distintiva de lo local. Esta diferenciación impedirá que digamos como Ño Pedro que la cosa no fue aquí, sino en otro lado. Más aún considerando que estamos ante un mito urbano, de un episodio que no sucedió a campo abierto, sino en un territorio delineado, diseñado y construido por el hombre urbano. Calificamos el hecho ocurrido, de magnitud universal, como lo fue la magna pelea que soportó nuestro protagonista. Y en verdad, no fue una pelea cualquiera, tal como lo describe el co-relato de la saga o leyenda en donde: “todo combo que se lanzaba e inclusive aquellos al aire, como los que se perdían, todos los recibía el Guatón Loyola”. Su resultado, no pudo ser más patético, pues quedó como “cacelora el Guatón Loyola”. La comparación apunta al estado en que quedan “las caceloras” después de un desfile de protesta, por ejemplo. Como se ha dicho, en esta pelea no hubo combos perdidos, porque en los insumos del mito nada se pierde o se desaprovecha, ni siquiera los puñetes que todos fueron a dar al copón del sacrificio (“Loyola”) que quedó transformado –porque el mito todo lo transforma- en una aboyada “cacerola”, o sea en algo inservible. Esta fue la dimensión de la pelea y que se ancló en el ámbito del mito que explica lo inexplicable y su relato se posesiona en un territorio, o sea necesita de un referente espacial y físico, y ese lugar fue, sin lugar a dudas, Los Andes. Su templo fue la medialuna y el episodio el “Rodeo de Los Andes”, y tomó como expresión lírica y ritual “La Cueca del Guatón Loyola” que se interpreta y se baila en todas la fiestas. Precisando más allá del rito, el lugar quedaba en el populoso barrio de Centenario, en la esquina de Uruguay con Brasil, en donde aún se conservan los arcos de las boletarías incrustados como medallones en las viejas paredes rojas, como único testimonio que ahí mismo compró las entradas el “Guatón Loyola” para ingresar al “Rodeo de Los Andes”. Todos los años, la cueca nos revive ese hecho, de esa primera y única pelea que representa a todas las peleas que se arman en los rodeos. Verdaderamente hay gente interesada, casi sin intención, en querer echar por tierra este mito y particularmente su templo y ámbito, pero para ello hay que destruir la canción y el mito vive en la canción, cuyo relato consagra con la fuerza del mito, que la gran pelea ocurrió en Los Andes. Que “Loyola” venía del sur, probablemente, pero la verdad es que no importa su procedencia, porque lo relevante fue el episodio y ese hecho único y singular ocurrió, tal como con fuerza lo dice la canción, en Los Andes. Estos aspectos de connotación mítica, al que se agregan antecedentes históricos para darle veracidad al relato, los ha propiciado la actual administración edilicia, porque en la medida que somos capaces de construir la leyenda y su expresión caricaturesca, estamos ayudando a preservar y consolidar en el tiempo este mito urbano, y con ello, no estaremos defraudando a quienes nos visitan atraídos por el ente-mítico de esta saga. Así como ya sucedió con la periodista del “Rancahuaso”, en que un lugareño (Ño Pedro) con su espontánea e ingenua respuesta daña a la fábula, aunque está protegida y encapsulada en el mito que la resguardan de estos ataques, hay afectación. Nosotros los andinos, si somos fieles creyentes de nuestra leyenda, ganamos en identidad local y así nos estaremos defendiendo de las influencias dañinas del mundo mayor, especialmente del globalizado. Los andinos debemos inspirarnos en Violeta Parra que recorrió los polvorientos callejones de nuestro país, para descubrir y apreciar lo nuestro, a fin de que no se perdiera y perdurase el sentir de lo nuestro en el tiempo, y hoy, su trabajo es interpretado por un Silvio Rodríguez, Joan Manuel Serrat, Mercedes Sosa y muchos más. Lo mismo ocurre con Chito Faró (Enrique Motto) que en tierras lejanas de Buenos Aires compone lleno de nostalgia el “Si vas para Chile”, cuyo motivo lírico pone de manifiesto el espontáneo cariño que el chileno siente por el extranjero. Ambos pusieron en valor las características que nos distinguen y nos singularizan hasta la brillantez. Por eso que el municipio se interesó e hizo suya la construcción de la leyenda más allá de la cueca, y que ella estuviera en coherencia con una caricatura más expresiva y más elaborada, y por ende de mayor personificación. Su propósito es nutrir el mito, alimentarlo para que permanentemente se esté actualizando, pues lo necesitamos, todo el año, no sólo para los dieciochos. Por tal razón se está proyectando la construcción de un espacio con un triduo de esculturas de porte natural, en cuyo centro obviamente, se emplaza el personaje principal con su actitud de huaso bailando, y a relativa distancia, “Los Perlas” quienes son tan caricatura como “Loyola”. Estos acompañan al “Guatón Loyola”. Dichas esculturas se emplazarían en el Parque Urbano y constituiría el primer homenaje que una ciudad de Chile, le rinde al folclor urbano expresado en la construcción de estas tres pintorescas figuras. Las Fiestas Patrias en Los Andes, obviamente que partirían frente a las esculturas, con la indiscutible cueca del “Guatón Loyola”, en donde la dama sale a bailar con la escultura sola del “Guatón Loyola”, mientras observan con sus instrumentos, sus amigos “Los Perlas”. Año a año, se iniciarían las Fiestas Patrias de Los Andes rindiendo su homenaje al “Guatón Loyola” y “Los Perlas” en el Parque Urbano, y posteriormente la comitiva de autoridades y folcloristas en coches victorias, carretelas y carretones se dirigen a inaugurar las ramadas estén donde estén. Esta idea surgió casi paralela con Valparaíso, pues la Fundación Renzo Pechenino tiene proyectada una escultura al personaje “Don Memorario” que es también una caricatura de Lukas. La diferencia de estas propuestas es que la efigie de “Don Memorario” tiene una dimensión local, en cambio el Guatón Loyola tiene una trascendencia ya consagrada, de Arica a Punta Arenas y con la diáspora de los años setenta, hoy podemos decir sin dudas, que tiene una proyección nacional e internacional. Y de concretarse este proyecto, significará que la ciudad salda una deuda con la figura del “Guatón Loyola” que nos ha difundido nuestro “Los Andes” a través del mundo entero, por ello que resulta atingente monumentalizar su caricatura para reivindicarlo en la memoria andina, porque lo ocurrido al “Guatón Loyola”, siempre fue y será en el Rodeo de Los Andes, tal como también lo afirma con la fuerza del mito, la comadre Lola.


 
 
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