Cada día que pasa, nuestra educación pierde niños, jóvenes, profesores y estudiantes de pedagogía. A nivel nacional e internacional, la escases de profesores es abismante (UNESCO y teachers task force, 2024), la opinión de que la educación está en crisis es transversal y surgen soluciones que no resuelven la problemática de recuperar su centralidad. Es fácil resolverlo pensando en un grupo de personas en las que unos son los estudiantes y los otros profesores.
La complicación comienza con las preguntas, ¿cómo aprendemos si las salas están repletas de niños provenientes de diversas culturas y el currículum solo habla de Chile?, ¿si cuando generamos currículum situado, se cuestiona que no estamos cumpliendo con lo que dicen los documentos nacionales?, ¿de qué sirve hablar de liderazgo pedagógico, si luego vienen las pruebas estandarizadas que ponen foco en lo que “dice la trayectoria curricular nacional” y no en las experiencias pedagógicas?, ¿por qué los estudiantes aman los recreos más que las horas de clases?, ¿cómo hacemos pausas activas si en las salas no hay ni siquiera espacio para que los niños estén holgadamente sentados?, ¿cuántas horas son capaces de estar sentados los adultos sin distraerse ni moverse?, ¿cómo terminamos con las brechas educativas si no hemos terminado con las sociales?, ¿qué ha pasado con el juego, las artes y la cultura en el currículum nacional?, ¿qué ha pasado con el rol formativo de las familias?, ¿por qué los profesores tienen que hacerse cargo de temas como salud, sexualidad, delincuencia, el tránsito, inclusión, diversidad y tantos otros que ingresan a las escuelas como leyes, decretos, normativas?, ¿acaso no son responsabilidad de todos los chilenos?
Si dejan de escribir soluciones entre cuatro paredes, encontrarán respuestas. En esa tarea, me permito colaborar con reflexiones y vivencias rescatadas de comunidades educativas. Disminuir la cantidad de estudiantes favorece las interacciones, permite el movimiento y las acciones pedagógicas lúdicas.
Dar protagonismo al juego y a actividades lúdicas habilita una buena convivencia, respeto a normas, a la creatividad, la paciencia, al compañerismo, la atención, el disfrute por el aprendizaje y a una infinidad de beneficios que dan luz a las aulas. Situar el currículum más allá de lo prescrito, habilita el liderazgo pedagógico, la reflexión (tan escasa hoy en las aulas) y el trabajo colaborativo de toda la comunidad.
Recobrar a las familias como núcleo de la sociedad, sus tiempos de conversación, de juegos, de descanso y recreación es un desafío urgente que se solapa con los tiempos dedicados a traslados hacia y desde espacios laborales. Es un problema que va más allá de las escuelas, que no se resuelve en reunión de apoderados ni con una ley que disminuye las horas para algunos y deja en libertad de aplicación a otros, perpetuando condiciones de desigualdad.
El espíritu de las leyes no basta para que se produzcan cambios profundos. Es hora de preguntas situadas, no pueden pasar años para esta transformación porque, mistralianamente hablando, "el futuro de los niños siempre es hoy. Mañana será tarde".
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