El comercio ambulante es un problema que con mayor frecuencia nos impacta. Con una agilidad asombrosa, como los nómades, aparecen por esquinas, veredas, plazas, estaciones y paraderos interrumpiendo flujos y generando atochamientos con apariciones de delitos y deterioros del espacio ciudadano. Este lamentable reflejo de una sociedad compleja en que las desigualdades y los derechos impactan y colisionan día a día. Esta imagen nos debe convocar en la búsqueda de soluciones.
Necesitamos generar ciudades justas que permitan el encuentro entre personas. El déficit ciudad, el ancho del barrio y lo caminable es recuperable y pasa por educar y comprender como contribuye un buen espacio ciudadano a generar mejores hábitos, a sentir seguridad en sus desplazamientos, a enfermarse menos y también el respeto por las normas que el vivir en sociedad nos exige. Para terminar con el comercio ilegal, se requiere una autoridad que vaya al fondo, para desarmar a quien vende a los ambulantes y quizás lo más complejo, sancionar a quienes compran, luego podemos volver a diseñar lugares y espacios apropiados para un comercio cotidiano no establecido pero regulado, como lo son las ferias estacionales.
Tenemos una oportunidad única con la renovación de los planes reguladores comunales para incluir allí temas de calidad de vida y controlar la expansión el crecimiento y equilibrar los usos para dar cabida a los comercios, juegos y paisajes naturales y áreas verdes.
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