Pareciera ser que es como buscar una aguja en un pajar, me imagino las plantaciones de vides patrimoniales (país, moscatel, cinsault), en las lomas del Chillán interior, como Ránquil, Trehuaco o Coelemu, cuando alguna vez anduve detrás de la Lobesia Botrana o polilla de la vid. También recuerdo los ojos nostálgicos de Ramón Amador, en diciembre de 2023, al ver las cabezuelas de su viña centenaria arder de manera inmisericorde en los altos de Colliguay. Ni hablar de los buscadores de cepas antiguas del Aconcagua, quienes, con paciencia infinita van enterrando estacas para obtener su jardín de variedades. Nuestro valle siempre ha sido acogedor de los brotes, ha tratado con cariño las raíces y su viento calmo, ha permitido que tejidos longevos perduren y se escondan en los recovecos del terruño.
Podríamos ir a viejas páginas sepias y aventurarnos a interpretar la llegada de los conquistadores con el influjo religioso y su urgencia de mostos para celebrar con la sangre de cristo en la buscada evangelización. Mas no sería lo mismo hacerlo solo, pues el destino me ha llevado a caminar la crónica con María José Irarrázaval, desde ahora en adelante Misiá María José, experta en los aromas del brebaje, en maridajes increíbles y apasionada de los tonos rojos que las viñas centenarias escalan en los tiempos del otoño. Por su experiencia la imagino volviendo al pasado y conversando animadamente con el sacerdote español Francisco de Carabantes, reconocido como el que trajo las primeras cepas al país, por allá en el 1548.
La pongo en aprietos y la desafío a ese diálogo. Me mira con incredulidad, pero mientras su rostro transparenta desasosiego, su mirada celeste retrocede quinientos años y llega a polvorientos galpones de los primeros mostos. Mientras el cura, con tono severo e impaciente, revisaba los curtidos de cueros de cabra que sirvientes aborígenes preparaban para los primeros odres. La misia ha pasado la primera prueba, demostrando su espíritu lúdico y una inteligencia versátil que de verdad encanta. Ya estamos preparados para el viaje, sé que sus antepasados han tomado las riendas de grandes carretas y recorrido sin descanso los valles de la zona central de Chile. En rutas de cuestas estrechas han mirado al silencio, espantando míticos seres, de reojo sintieron irreales duendes furtivos, voces en bosques de estepa y galopes de percherones ruanos con herraduras de argento.
Bisabuelos y abuelos supieron de fudres y mostos, en los campos pasados de San Bernardo. Sus genes De la Huerta la llevan una y otra vez a imbuirse en las cepas centenarias y con pasión desbordada cuenta de esas variedades perdidas. De hecho, me quedo corto en su historia, pues su tatarabuelo Carlos García de la Huerta ya conquistaba los llanos de Nos, en el fundo Las Lilas, con las cepas blancas Semillón y tintas Burdeos a fines del siglo XIX. Misiá María José no se detiene sólo en la historia familiar, recita lugares y viñas del valle de Aconcagua. Inconscientemente va dejando de lado las vides francesas, aunque sean la base de la exportación y las medallas, reitera sobre el valor de las cepas de origen español, y aclara que vienen despegando nuevamente pues son las que explican de manera más real, el concepto de terroir (suelo, clima y su gente).
La conversación va y viene con los vinos, se aferra desde hace 20 años al valle de Aconcagua, especialmente a los rincones de Bucalemu, como zarcillos de vides que escalan espinosas acacias. Si bien sus raíces son de otros pagos, sus injertos ya son de la zona y la profesión de comunicadora social de la Universidad de los Andes la ha vertido en barricas centenarias, dedicando los últimos 16 años a la industria vitivinícola. Diplomada en Comunicación de vinos en la Andrés Bello y especializada en “Del Viñedo a las Redes Sociales”. Si bien sus conceptos son modernos, las quimeras son de antaño, no decae en la mirada al pasado, abre su agenda y como quien maneja un mazo de cartas, descubre unas ajadas etiquetas de la viña Las Lilas, dejando junto a ellas emocionantes conceptos de su abuela de 92 años, Loreto García de la Huerta Izquierdo, su principal cómplice en el tema que nos convoca.
Sin mucho trabajo encontramos su huella en la viña San Esteban, pues durante varios años caminó sus corredores, bodega y adoquines de la sala de ventas, para terminar como Brand Manager hasta diciembre de 2023. Esa fijación por las primeras cepas, como la “país”, que trajo el cura Carabantes, la hace deambular en la incertidumbre de conocer nuestros antepasados y primeros habitantes del valle, de manera tal que, en cuerpo y alma, por ahí en 2012 se destacó en la habilitación turística del Parque Arqueológico Paidahuén en un proyecto Corfo. Pero no sólo eso, fue la responsable de la edición del libro Arte Rupestre en Alto Aconcagua, del arqueólogo Daniel Pavlovic. Petroglifos, legados o mayorazgos son conceptos que Misiá María José persigue sin desperdicios.
Entre etiquetas de vinos remotos y fotografías sepias, no puedo dejar de hurgar el pasado de Misiá, efectivamente podemos llegar con la historia de viajes en carretas, e ir más allá cuando una familia Dunose, de origen francés, poseía la hacienda Las Lilas, importante pues la castellanización de su apellido originó, el sector “ D Nos” … Renombrados personajes de nuestra historia fueron pasando por ese llano, es así que vino Ignacio Ortúzar, luego Gregorio Ossa y por herencia pasó a su hija Enedina Ossa quien se casó con Carlos García de la Huerta (tatarabuelo de María José).No sólo de vinos vivió el fundo, emocionados relatos de sambernardinos hablan de lechería, engorda de ganado y viñedos, donde llegaron a trabajar 500 campesinos. Aún se conserva el gran parque con especies de origen europeo y la casona patrimonial.
La verdad, no puedo bajarme de esta historia de vides centenarias, el ímpetu de María José así lo exige, sería injusto dejar tantos lagares en proceso, tanta injundia por explotar en su alma, tantos viajes hurgando bodegas y tinajas, maridajes y cepas en brote, recovecos escondidos, viñas en cabeza, secanos dulces o paraísos de montes costeros … Espero que Misiá María José acepte otros desafíos y podamos juntos conocer “sus amigas viajeras del vino” y algún otro sacerdote experto en añejados secos de misa. Quedaremos hasta aquí por esta semana, con una cata pendiente, pero la siguiente seguiremos en este viaje de cuestas, relatos inmemoriales y ruanos galopando con herraduras de plata.
|