Aunque mucho se habla del daño de los dientes en Halloween, también es importante enseñar a los niños que los dulces no son "malos", pero sí deben disfrutarse con medida y en momentos adecuados. Cuando se prohíben por completo, suelen generar más ansiedad y deseo. En cambio, si se integran dentro de una alimentación equilibrada y se acompaña de buenos hábitos de higiene, el mensaje es mucho más positivo.
La clave está en educar desde el ejemplo. Si los adultos también consumimos con moderación y mostramos interés por cuidar nuestros dientes, los niños lo van incorporando de manera natural.
El secreto no está en prohibir los dulces, sino en enseñar a disfrutarlos con alegría y conciencia, pues una sonrisa feliz también se alimenta de momentos dulces.
Asimismo, tampoco son premios. Cuando premiamos con dulces, enseñamos que el azúcar está ligada al cariño, al éxito o al consuelo y eso puede acompañarnos toda la vida. No deben ser ni un premio ni una recompensa emocional, deben ser simplemente un alimento más, que se disfruta de forma ocasional y sin culpa.
Halloween puede ser una fecha entretenida y no tiene por qué transformarse en un mal rato. Si logramos equilibrar el consumo de dulces con algunos cuidados simples, como cepillar bien los dientes antes de dormir y ofrecer agua después de los dulces, podemos celebrar sin culpa y con sonrisas sanas.
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