Por una suerte de filosofía casi oriental, el chileno tiene ciertas creencias chistosas que con el tiempo se transformaron en “refranes populares”. Por ejemplo, que “de noche todos los gatos son negros”, que “la carga se arregla sobre la marcha”, que “el vaso esta medio lleno”, que “lo bailado y lo comido no me lo quita nadie”, que “cuando hay hambre no hay pan duro”, que “al que no le gusta se viste y se va” o “donde hubo fuego cenizas quedan”, etc.
Y digo casi oriental porque, en China o Japón, la influencia milenaria de pensadores más serios como Buda o Confucio terminaron estructurando religiones filosóficas basadas en “refranes populares”, que Ellos llamaron máximas o proverbios y que tienen, a diferencia de los refranes chilenos, un afán trascendental y no chistoso, como por ejemplo: “No le hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti”. Toda una filosofía de vida.
Por cierto, curiosamente nuestros “refranes populares” se ponen más populares aún en tiempos de… ¡Elecciones Municipales! Obvio. Antiguamente, como las elecciones políticas se realizaban en septiembre, mes de los circos además, se hizo proverbial el dicho que “en Chile cambian los payasos pero el circo sigue”.
En el idioma del camuflaje esta frase puede resultar premonitoria, un alerta a la hora de elegir alcaldes y concejales en las comunas de la Provincia de Los Andes, porque cuidado, que “no nos vayan a pasar gato por liebre”. De hecho, las anteriores elecciones municipales están plagadas de historias miserables cuyos protagonistas son tipos que quisieron ser leyenda en las lides políticas y que no alcanzaron a escribir ni una página. Otros, en cambio, las escriben con más pasión que ortografía y uno que otro con buena letra. En cambio, hay quienes están aplicando por estos días la operación “liqued paper” en la mente de los electores para volver a presentarse o volver a reelegirse, así de “cara de palo”. Tanto que podríamos pelarlos sin culpa pero “no nos pisemos la capa entre Superhéroes”, como dice el dicho, a veces “más vale alcalde o concejal conocido que por conocer”.
Como personajes borrosos que son en la política amateur, una curiosidad del perfil psicológico de un candidato a alcalde o a concejal, es que afectados por una extraña comezón adquieren una actitud sospechosamente tierna por estos meses. Y no sólo eso, porque su cualidad más envidiable es el ejercicio público de sus poderes paranormales como videntes: imaginan el futuro de nuestra ciudad, conocen los problemas de la gente, del barrio y consultando su bolita mágica hasta vaticinan soluciones. Y ande usted a rebatirles algo porque “se defienden como gato de espaldas”. En fin, “así es la vida de artista” de estos candidatos a humildes servidores públicos.
Las comunas de la Provincia de Los Andes y quienes asuman como alcaldes y concejales enfrentarán los próximos años grandes desafíos: el frenazo y descarrilamiento del Proyecto Tren Trasandino, el desierto al otro lado del río Aconcagua, la incógnita del embalse en pleno cambio climático, el aumento de conjuntos habitacionales en desmedro de espacios agrícolas, la carencia de una política seria de paisajismo urbano, etc. Ante esto inevitablemente me asalta la duda: “no será mucha carne para tan poco gato”.
Por el lado de los electores el riesgo estará siempre en “pisar el palito” y darnos cuenta que ante los grandes desafíos de la Ciudad Contemporánea fuimos engañados por profesionales de la mentira o lo que es peor, constatar que efectivamente a la hora de elegir la autoridad municipal, “no todas las micros nos sirven”.
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