Lunes, 9 de Junio de 2025  
 
 

 
 
 
Opinión

Respondiendo a un perro que escribe. Alucinante experiencia inter-especie.

Por Abel Cortez Ahumada.
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Foto: Andes Online

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Que grata impresión me he llevado al saber que mis columnas generan debate y que alguien haya decidido comentar lo opinado por este humilde ciudadano de a pié. La sorpresa, eso sí, ha sido mayúscula al darme cuenta de que quien escribe es un perro. Y Bobby no es cualquier perro, claro está, sino uno que tiene la extraordinaria facultad de leer y escribir, de manejar el Internet y hacer balances de datos. Yo sabía que Los Andes era una ciudad extraña, extravagante, alucinante, pero esto superó todos los parámetros de la ciencia ficción y de mi productiva imaginación. Nuestra ciudad sigue siendo el lugar ideal para vivir, sobre todo que ahora podemos dialogar con perros civilizados e ilustrados. Yo tengo una perrita en mi casa, Lucy, y aunque siempre le converso y le hago cariño en el cuello, nunca me ha respondido si no es con un ladrido, pucha… que pena. De hecho, si es que el viernes (no el sábado como se refiere Bobby) los perros que me atormentaron por eternos minutos en la plaza, hubiesen sido tan ilustrados e hispanoparlantes como el perro que me interpela, me hubiese sentado gratamente a discutir con ellos en un escaño sobre la ocupación del espacio público, del uso de la plaza, y si los canes hubiesen tenido tiempo, antes de que rompieran con sus colmillos la bolsa de basura de la esquina, podríamos haber intercambiado opiniones sobre el acontecer de los perros en el mundo, de la historia en Los Andes de estos animales, sobre las responsabilidades humanas en la proliferación de los perros vagos. Hubiese sido tan lindo, una memorable conversación. Pero, muy a pesar mío, y de nuestros lectores, parece que casi todos los perros no son como Bobby, ilustrados y civilizados. Lo que es peor, sobre todo los vagos, son animales que se están haciendo salvajes y nos han traído hartos problemas a las ciudades (aunque es cierto que su proliferación en parte es responsabilidad humana y en parte a las conductas sexuales propias de los perros vagos contemporáneos). Bobby, aunque tiene extraordinarias facultades lectoras y escriturales, parece que no leyó bien mi columna. Bueno… es un perro. En dicha opinión, nunca hablo de perros con rabia como para que indique los datos del Servicio de Salud sobre el tema. Develando una de mis estrategias escriturales, digo que cuando no soy especialista en ciertos temas me cuido de no entregar datos o hacer de mis conjeturas verdades, cuestión en todo caso de mínimo sentido común. Creo injusto por ello que Bobby –arteramente como cualquier perro vago- me acuse de “una falta de cultura cívica sorprendente”. Es contraproducente, además, que un perro como Bobby recurra a la idea de cultura cívica, cuando dicho concepto se refiere a la ciudad, al espacio social construido por excelencia, donde somos los seres humanos los que ponemos los temas y prioridades, incluso para vacunar, desparasitar o controlar las faunas urbanas de las cuales él forma parte. Si Bobby quiere compartir en igual condición con los seres vivos el espacio, la ciudad no es el lugar. A diferencia de las prácticas perrunas de las que debe ser parte Bobby, los seres humanos sabemos que aunque no seamos expertos en temas, podemos tener posiciones y juicios sobre la sociedad y su desarrollo. No es necesario ser veterinario para hablar del problema urbano que significan los perros vagos. La sociedad humana se ha construido en base a esta sumatoria de intercambio de ideas y opiniones, y es lo que nos ha permitido avanzar como especie. Es cierto que los problemas de plagas y faunas en las ciudades son externalidades negativas que nuestras mismas acciones generan, pero no por eso vamos a tener que convivir plenamente con ellos. En eso soy claro, creo que el planeta es de todos los seres vivos y que debe haber desarrollo que asegure la sustentabilidad planetaria hacia el futuro, pero por la historia de la humanidad y del Mundo, desde los últimos miles de años, hemos sido los seres humanos los que –para bien o para mal- hemos conducido el desarrollo de las acciones en el planeta, y me niego a la posibilidad de, por un falso humanitarismo posmoderno, dejar que proliferen los perros vagos a sus anchas restringiendo nuestras practicas sociales y dándonos más problemas de los que ya tenemos. No soy partidario de matanzas indiscriminadas, pero sí de una masiva esterilización y de campañas de sensibilización social sobre los problemas del abandono de los perros. Esa es mi opinión, cierta o no, es mi posición personal respecto de este problema urbano que amenaza con extenderse. Lo siento por Bobby, aunque si los perros vagos tuvieran las extraordinarias facultades que él tiene, podría cambiar de mi opinión. Quiero dar las gracias a Bobby por sus frases de “famoso historiador”, de que soy un documentado y “buen investigador”. Creo que aún no soy merecedor de esas condecoraciones, aunque trato de perseverar y trabajar más cada día para que dichas investigaciones sirvan para conocer la historia de distintas localidades. Por si Bobby no entendió, lo escribo es su idioma: guau guau, gherrrrr, guau, guau, guauuuu, guauuu… Aunque creo que dialogar de este u otro modo con un perro, es un ejercicio infructuoso e improductivo. Guauu Bobby. Fue un gusto. PD: (Cabe la posibilidad de que una persona escriba bajo el seudónimo de este perro, pero por el tenor de dicho texto, efectivamente parece que es sólo un perro ilustrado).


 
 
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