El 19 de abril pasado, se cumplieron 83 años de lucha y de historia de nuestro Partido Socialista de Chile. Quisiera a través de estas palabras saludar a todas y todos los compañeros de nuestra militancia, celebrando un nuevo aniversario del PS, y lo hago con profunda convicción y humildad. Estamos viviendo un tiempo histórico importante y relevante en nuestra historia política y social de Chile, lleno de desafíos y tareas por delante, en que las y los socialistas debemos ser actores gravitantes en las transformaciones que está viviendo nuestra sociedad.
El Partido Socialista es depositario de una carga histórica lleno de simbolismos, de luchas, alegrías, sueños y esperanzas. Una cultura socialista profundamente arraigada en los sectores más desposeídos, de los trabajadores manuales, intelectuales, de la técnica, de los profesionales, y de todas y todos que viven bajo las condiciones paupérrimas del capitalismo salvaje y globalizado. Asimismo, el Partido y sus militantes han estado insertos en las más bellas crónicas y aventuras de nuestra historia, en especial, los doce días de la república socialista del 04 de junio de 1932; la lucha contra el nazismo chileno; el rol en los gobiernos del frente popular, la creación del FRAP y su propuesta como proyecto de izquierda que tendrían grandes frutos en la Unidad Popular, con el Gobierno de Salvador Allende. Pero también, el Partido vivió momentos profundamente oscuros, difíciles durante la dictadura cívico-militar de Pinochet que derrocó los sueños y el proyecto popular de miles y miles de compañeras y compañeros, que vivieron la cruda represión, torturas, asesinatos, violaciones y el exilio por resistir a la dictadura. Quisieron exterminar a la izquierda y a sus adherentes, a militantes y simpatizantes, pero no lo lograron. La cultura socialista perduró.
Hoy el Partido Socialista vive una gran encrucijada. El rol del Partido en los últimos 25 años de transición democrática fue importante, en la coalición de la Concertación de Partidos por la Democracia, avanzando en la reducción de la pobreza, en la consolidación de una frágil democracia, en cobertura de la educación, en políticas sociales focalizadas a los sectores más vulnerables, necesarias en su contexto. Sin embargo, las prácticas de la transición ya no dan su ancho y están claramente obsoletas. Hoy, el Partido Socialista apoya y lucha por la materialización de las reformas y el programa de Gobierno de Michelle Bachelet, sin dudas ambicioso desde el inicio de 1990, y necesario para combatir y superar la gran desigualdad social, política, económica y cultural que vive Chile. Se requieren mayorías sociales y políticas para llevar adelante proyectos políticos transformadores como lo encarna la Nueva Mayoría.
El Partido Socialista debe trabajar por las reformas y cambios en la medida de lo justo. Son tareas esenciales para la consolidación de la democracia. El fin del sistema binominal, la nueva ley de partidos políticos, el fortalecimiento de la democracia, la reforma tributaria, la agenda de probidad y transparencia, la aprobación de gran parte de la reforma educacional, el avance del proyecto de aborto en tres causales, el voto de chilenos en el extranjero, la gratuidad en la educación superior,la vuelta de la educación cívica en colegios y liceos son los principales logros, importantes, pero no suficientes. La lucha de los socialistas chilenos debe ser la creación de una nueva constitución política – que supere la de 1980- a través de una asamblea constituyente, la recuperación de la educación pública, la construcción de un nuevo modelo de desarrollo y la implantación de un Estado Social y Democrático de Derechos.
El Partido Socialista tiene claro que ha sido complejo y difícil llevar adelante los cambios y transformación. Los medios de comunicación, la derecha y los sectores conservadores de la coalición se resisten al cambio y han sido los reales defensores del statu quo, a través de campañas del terror y un despliegue comunicacional para atemorizar a la sociedad. Por eso, el empuje de las reformas debe en la disputa a los sectores conservadores, en todos los frentes, desde los movimientos sociales, el parlamento, las organizaciones de base, en la calle, informando y comunicando las reformas, que son en beneficio de las grandes mayorías postergadas, para consolidar el nuevo ciclo político que avance hacia un Chile más justo y democrático.
Son 83 años de historia, de grandes hombres y mujeres, de grandes intelectuales y agitadores sociales, no queda más que reivindicar sus banderas rojas de lucha, porque a pesar de lo complejo de ser militante socialista en la actualidad, soy un convencido que las nuevas generaciones debemos ser los llamados en transformar al PS en un instrumento de transformación social, en dignificar la política – hoy profundamente cuestionada y desacreditada- poniéndola al servicio de los más desposeídos, con el legado de Allende en la memoria, seguiremos haciendo historia, por los pobres, los obreros, por el pan, resueltos a vencer.
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