Así como hay una escala de valores morales, también existe la de antivalores. La deshonestidad, la injusticia, la intransigencia, la intolerancia, el egoísmo, la irresponsabilidad, la indiferencia, son ejemplos de antivalores que rigen a las personas inmorales. Una persona inmoral es aquella que se coloca frente a la tabla de los valores en actitud negativa, para rechazarlos o violarlos. Es lo que llamamos una \"persona sin escrúpulos\", fría, calculadora e insensible al entorno social.
El camino de los antivalores es a todas luces equivocado porque no solo nos deshumaniza y nos degrada, sino que nos hace merecedores del desprecio, la desconfianza y el rechazo por parte de nuestros semejantes y del castigo por parte de la sociedad.
Esta situación bien podría aplicarse a muchas realidades del diario vivir; sin embargo, en esta ocasión sólo vamos a circunscribirnos a la insensatez, arrogancia, irresponsabilidad o ignorancia en la cual se desenvuelven conductores y entes encargados de velar por el bien común del transito público.
Obviamente no soy yo el encargado de defender los derechos de los peatones porque para eso existen los organismos adecuados. Bajo el prisma de peatón, usuario de las vías de públicas y aprovechando la tribuna que brinda este importante medio de comunicación social, quiero plasmar mi particular aprehensión contra aquellos conductores que al sentarse al volante sienten que el vehículo fortalece su personalidad, coadyuvados también por quienes tienen que velar por los derechos en el uso de las vías.
Por desgracia en Chile la primera causa de muerte de jóvenes entre 18 y 25 años es por accidentes de transito –estadística conaset-, teniendo mayor incidencia en días festivos, como: semana santa, fiestas patrias, navidad, fines de semana, etc, porque los antivalores, el alcohol y las drogas lamentablemente han venido para quedarse e imperan en nuestra sociedad.
Al ceñirnos a la ciudad de Los Andes –que no escapa a otra realidad-, a diario comprobamos permanentemente la forma prepotente y agresiva en que se desenvuelven quienes tienen el privilegio de ser conductores.
Nadie respeta el derecho preferente de paso de peatones, previsto en la ley de tránsito. El artículo 138º que dice: “el conductor de un vehículo que tenga el propósito de virar, carecerá de toda preferencia para ejecutar esta maniobra y deberá respetar el derecho preferente de paso que tengan, en estas circunstancias, los otros vehículos que circulen y los peatones en los pasos a ellos destinados, que estén o no demarcados”. ¿Quién respeta esto?, sólo hay que correr o apurar el paso al momento de utilizar la prolongación imaginaria de las aceras o pasos demarcados, para no ser atropellado, no sin antes recibir el enfado de iracundos conductores.
Cada mañana, es común observar saliendo desde Los Andes hacia la frontera, hermosas y potentes camionetas, en su mayoría con un solo jinete, a velocidades impresionantes y nada que no venga al caso tiene cabida en la conciencia de esos conductores como: aparición de riegos, peatones, camiones, estado de la ruta, etc. Sin embargo, luego en sus trabajos éstos en su condición de profesionales y jefes de áreas, dictan cátedras de seguridad y conductas responsables a trabajadores que viajan en buses.
Para que hablar de las horas de entrada y salida de alumnos en colegios, particularmente privados, se bloquen intersecciones, se restringe el derecho preferente de paso de vehículos y peatones, se utilizan aceras para estacionarse y si algún modesto peatón tiene la osadía de reclamar su derecho previsto en el art. 165º de la Ley de tránsito, le denostan de inmediato y lo primero que le recuerdan es su origen y condición social.
El sector central generalmente es un caos, vehículos particulares, colectivos y de alquiler por doquier, la infraestructura vial ya no resiste el actual parque automotriz, cobradores de parquímetro situados en el centro de la calzada entorpeciendo los flujos. Las señales verticales (reglamentarias, preventivas e informativas), con sobre exposición, signos de prioridad (Pare) en el centro de las aceras. Como ejemplo se puede mencionar, el cruce de Membrillar con Esmeralda, donde existe dos signos de “No bloqueo de intersección”, sin la demarcación reglamentaria. Esmeralda con Rancagua (icono de las colisiones), para proteger las señales de prioridad nada mejor que instalar rejas para bloquear el libre paso de peatones y ¿Qué pasa con las personas minusválidas en sillas de ruedas?, sencillamente a éstos se les impide el paso por estos lugares. Obviamente, en muchos casos parecen excesivas.
A esta incongruencia, debe sumarse la situación que está sucediendo en Avenida Argentina con Maipú y Hnos. Clark, allí al igual que en otros lugares, se cercó con barreras metálicas para impedir el tránsito de peatones, minusválidos o enfermos que a diario se dirigen al Hospital. La ciudad se sigue construyendo sólo para vehículos.
En Chile nadie puede conducir en condiciones físicas o psíquicas deficientes, bajo la influencia del alcohol drogas o estupefacientes. De nade sirven los esfuerzos que realiza Carabineros en la fiscalización de las normas, muchas veces a riesgo de ser atropellados.
Los conductores, en forma prepotente reniegan de dichos controles y los mas pudientes simplemente los ignoran y se escudan en que son familiares o amigos de un político o personaje influyente y lo primero que le ofrecen al modesto fiscalizador: “Dame tú número de placa porque seguro que te vas de baja” y “No me toques” y en muchos casos presentan reclamos y acusaciones tendenciosas que desgastan a sus mandos y a veces, si a causa de algún error procedimental ese funcionario es sancionado, condición que obviamente inhibe el ímpetu fiscalizador de ese Carabinero.
El Decreto Nº 20, del 10-02-86, del Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones, sobre “señales y demarcaciones oficiales de transito”, amparado en la convención de Viena del año 68, que define las Señales verticales y demarcaciones viales, sólo son de incumbencia de quienes tienen que instalarlas. Los colores nada sugieren a los conductores, no obstante que éstos tienen un claro propósito, el amarillo al igual que los signos preventivos, indican peligro y por tanto se utiliza para demarcar aquellas zonas donde no se debe estacionar. Pero al parecer este color primario que proveniente del sol y primero en ser reconocido por el cerebro, nada sugiere, insinúa o sirve a nuestros conductores, ahí se estacionan, da lo mismo si es paso peatonal, 10 metros de las esquinas, cunetas, soleras, bordes de calzada o pasos de cebra pintadas de amarillo.
La cultura del tránsito, “supuestamente” está formada por toda la sociedad (conductores y peatones), de nada sirven las campañas esporádicas que realiza Carabineros de Chile. Bueno sería cumplir con lo señalado en el Art. 30º de la ley de tránsito 18.290, que dice: “El Ministerio de Educación deberá contemplar en los programas de los establecimientos de enseñanza básica y media del país, entre sus actividades oficiales y permanentes, la enseñanza de las disposiciones que regulan el tránsito, el uso de las vías públicas y los medios de transportes”.
Para ser un buen conductor primero debes ser un buen peatón y las normas debieran enseñarse en los establecimientos educacionales y en particular sabiamente internalizadas por quienes tienen la responsabilidad controlar, fiscalizar, instaurar y confeccionar diseños viales permanentes o transitorios. En consecuencia, si no hay educación nunca será posible una real cultura del tránsito.
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