Resulta urgente llamar la atención sobre una práctica preocupante que se ha instalado en el mercado automotriz nacional: la proliferación de vehículos fabricados en China que se comercializan bajo logotipos de marcas europeas y estadounidenses. Esta estrategia publicitaria no solo induce a error a los consumidores, sino que también vulnera principios básicos de transparencia y honestidad en el comercio.
Al final, lo que se está vendiendo no es un vehículo con la calidad y garantía asociada a las marcas reconocidas, sino simplemente un logo. Esto raya en la publicidad engañosa y podría incluso constituir una forma de estafa, pues los compradores adquieren una imagen y no un producto que cumpla con las expectativas legítimas que dicha imagen genera.
Además, esta práctica afecta la confianza de los consumidores en el mercado automotriz, poniendo en riesgo la reputación de marcas legítimas y perjudicando a los fabricantes locales y distribuidores autorizados, que sí cumplen con altos estándares de calidad y seguridad. Los vehículos en cuestión, al no corresponder a las marcas que promocionan, pueden no cumplir con las normativas nacionales de seguridad ni los controles de calidad exigidos, lo que implica un riesgo directo para quienes los conducen y para terceros.
Por lo tanto, es imprescindible que nuestros legisladores y autoridades reguladoras actúen con prontitud, estableciendo normativas claras que impidan este tipo de prácticas y protejan los derechos de los consumidores. Solo así podremos garantizar un mercado justo, transparente y seguro, donde la información entregada sea fiel a la realidad del producto ofrecido.
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