ACONCAGUA (06/09/2025).- La medianoche de este sábado 6 de septiembre, los relojes en la mayor parte del país -con la excepción de las regiones de Aysén, de Magallanes y la Antártica Chilena- deberán adelantarse una hora para dar inicio al horario de verano, que se extenderá hasta el primer sábado de abril de 2026. Aunque la medida busca aprovechar mejor la luz natural, su verdadero impacto en la vida cotidiana sigue siendo motivo de debate.
De acuerdo con María Pía Gutiérrez, docente de la Facultad de Psicología de la Universidad del Desarrollo, la práctica nació a comienzos del siglo XX como una forma de ahorrar energía gracias al mayor aprovechamiento de la luz solar. “Hoy sabemos que ese supuesto ahorro es cuestionable, porque si bien podría reducir el uso de luz artificial, suele compensarse con un mayor consumo en calefacción, aire acondicionado u otros elementos energéticos”, señala la profesional a Los Andes Online.
El impacto en el reloj biológico
Más allá de la discusión sobre eficiencia energética, la principal consecuencia del cambio de hora está en la alteración del ritmo circadiano -el reloj biológico que regula los ciclos de sueño y vigilia, la producción de hormonas y múltiples funciones corporales-. “Cuando este ciclo se adelanta en primavera, las personas pierden una hora de sueño y eso genera un estado de privación similar al jet lag. Estudios muestran que este desajuste puede tardar hasta dos o tres semanas en corregirse, lo que explica síntomas como irritabilidad, cansancio y mayor labilidad emocional en este período”, explica Gutiérrez.
Según explica la docente UDD, puede haber aumento en la sintomatología depresiva, ansiedad, problemas de concentración e incluso mayor riesgo de accidentes de tránsito o eventos cardiovasculares, derivados de la fatiga y la falta de un descanso reparador.
No todos reaccionan igual
Sin embargo, el impacto del cambio horario no es uniforme. “Depende de factores individuales como el cronotipo, la flexibilidad de las rutinas o la vulnerabilidad de cada persona a los cambios circadianos”, precisa la psicóloga. Mientras algunos experimentan síntomas negativos, otros se ven beneficiados por la posibilidad de pasar más tiempo al aire libre, socializar, practicar actividad física y estimular la producción de vitamina D y serotonina, elementos clave para el bienestar psicológico.
Estrategias para una mejor adaptación
La especialista enfatiza que prepararse con antelación puede marcar la diferencia. Algunas recomendaciones son mantener rutinas consistentes de descanso, alimentación y ejercicio, incluso durante fines de semana; Respetar un proceso adecuado del sueño, como por ejemplo, reducir pantallas al menos 45 minutos antes de dormir, evitar cafeína en la noche y crear un ambiente oscuro y tranquilo para descansar; Exponerse a la luz natural en la mañana y realizar actividad física ligera al aire libre, lo que ayuda a sincronizar el reloj biológico. Además, en grupos más sensibles —como adolescentes, adultos mayores, personas con trastornos del ánimo o condiciones neurodivergentes— estas medidas deben reforzarse con acompañamiento cercano.
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