Miercoles, 16 de Julio de 2025  
 
 

 
 
 
Cultura y ciencias

Costumbrismo Rural… Membrillo colegial …

Crónicas de pueblo por Sergio Díaz Ramírez, Instagram @amanecerdelgallinero

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Cydonia oblonga, versa su nombre, amarillo de otoño celebra su imagen, acidez y perfume embriagan los campos. Se vino de Europa y los griegos obtuvieron el suyo en la ciudad de Cydon, de ahí su nombre, consagrado a Afrodita, la diosa del amor, no en vano los novios debían consumir uno antes de entrar a la habitación nupcial, así rendian tributo al amor y fecundidad.

Ramoncito, en los años 70, desconocía sus orígenes de alrededores del mar Caspio, de sus adaptaciones en Armenia y su gran conquista en los valles argentinos. Camino al colegio en Campos de Ahumada, disfrutaba de sus flores rosa y blancas de fines de primavera y se proyectaba para la vuelta de vacaciones y sus cosechas de orillas de canal, luego de saltar los alambres de cerca que delimitaban, pero no clausuraban.

Entre espinos, peumos y sauces, se asomaban sus formas desordenadas arbustivas con hojas verdes desteñidas, frutos duros y muy peludos, como seres fuera de época, al tener que soportar muy abrigados los calores extremos de esas lomas despobladas. Efectivamente su piel protegida hacia caso omiso del medio ambiente y entregaba sus ropajes, justamente cuando los fríos de otoño cubrían el valle.

El pequeño estudiante, si bien disfrutaba de las ciruelas verdes con sal, no entendía mucho su descubrimiento de observador campesino, respecto al sabor especial que tenían los membrillos del huerto de doña Eda, no eran de los comunes. Más adelante supo que ese fruto, grande y perfumado, más dulzón, le llamaban membrillo lúcuma. Ese árbol era su arma secreta para cuando se encontrara con Rosita, la chiquilla que lograba sonrojarlo y apurar sus latidos.

Las desordenadas ramillas del membrillero, muy flexibles en su etapa de crecimiento, parecidas al mimbre, de hecho. Su diminutivo dio origen al nombre del fruto y se le llamó membrillo. Generalmente lucen desprolijos, pues casi no existen plantaciones de membrilleros y se dejan arrinconados, en orillas de canal o en descuidados espacios, colonizados por malezas y zarzamoras.

Su madurez de abril, daba origen a un refrán de campo “el sol madura membrillos”, haciendo hincapié que sus colores amarillos intensos, se nutren de los últimos rayos del sol, antes que el otoño insista en entregarse al invierno. El tema de los olvidados frutos peludos ha llamado la atención, no sólo en la antigua Babilonia, sino que a cineastas en su creación “El sol del membrillo”, además de pintores y fotógrafos que también han caído en sus mimos.

Ramón, ya adolescente, había logrado dominar sus tartamudeos y sonrojos al caminar con Rosita al colegio y también había utilizado su arma secreta al cosechar el árbol de doña Eda, esas lúcumas enormes donde lograba dibujar un mensaje para su linda amiga y provocar unos fuertes machucones para bajar su acidez, lograr el color chocolate y con sal, disfrutar a diario esos senderos.

En la actualidad, en Argentina existen huertos de membrilleros, manejados con poda, fertilización, riego y control de plagas. Esto, debido al icónico postre originado en los campos antiguos, donde las nonas idearon la combinación perfecta para el bajativo de almuerzo, el imperdible “queso y dulce”. Es así como este arbusto ha logrado ser un árbol y el dicho de “dejado de la mano de Dios” ya no corre para los perfumados frutos, allende Los Andes.

Los estudiantes de pueblos y ciudades dejaron en el olvido los membrillos colegiales, los corchosos machucados, el cemento despejó los frutales de patio, las multitudes necesitaron ampliaciones y las expresiones costumbristas de padres y abuelos ya no se comprenden. Sin embargo, aún hay gritos en el campo que desgarran los caminos colegiales, con un simple fruto amarillo golpeado en un latón de portón, que machucado perfuma conquistas y recuerda las deidades eternas.

 

 


 
 
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