Lunes, 5 de Mayo de 2025  
 
 

 
 
 
Cultura y ciencias

Costumbrismo Rural…Un duende en Los Andes…

Crónicas de pueblo por Sergio Díaz Ramírez, Instagram @amanecerdelgallinero


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La noche de un jueves, a salidas de invierno del 2015, don Carlos y su pequeña hija Sofía, llegaban a la consulta de un conocido médico veterinario del centro de Los Andes. Una jaula anunciaba unos rasguidos que apenas se percibían, lo que llamaba la atención del doctor M., Sofía rápidamente explicaba que se trataba de un singular duende, con quien había hecho amistad, al caer de un gran árbol de castañas, al fondo de su patio, de la comuna de Santa María. En una primera inspección, realmente su aguzada nariz lo hacía parecerse al personaje de los cuentos.

Aunque no era para nada común la asistencia a la clínica de un animal silvestre, esos ojos vivaces definitivamente no eran un duende, para la decepción de la niña, se trataba de un saludable ejemplar de monito del monte o una jaca andina. Sofía lo tomaba con seguridad y confianza, sin duda ya existía una impronta y complicidad entre ambos, lo que implicaba que esa relación ya tenía algún tiempo. Quizás el sonido de los guantes del doctor M., o su textura habían puesto nervioso a Toto, como lo llamaban en la casa, pues se notaba inquieto.

Aunque el monito del monte, pequeño marsupial chileno, es propio de los bosques húmedos de nuestro sur, se alejaba la posibilidad de una aparición en relictos de arboledas del Valle de Aconcagua. Es normal encontrar descripciones para ese tipo de ambientes sureños, dejando su conducta en Los Andes a observaciones aisladas de jacas en ambientes xerófitas. Ya en 1894, un naturalista inglés de apellido Thomas, lo clasificó para Chile y Argentina. Sólo el 2016, investigadores de la Universidad Austral describieron dos especies asociadas a monitos de monte, lo que podría explicar su amplitud ambiental.

Si bien Toto, salía con éxito del examen veterinario, al doctor M., le inquietaba la falta de peso, seguramente venía saliendo de la hibernación, reflexionaba en voz alta, lo que llamaba la atención de don Carlos y Sofía que no sabían de esa conducta del inquieto duende. La experiencia del profesional les hacía ver a la familia que un animal de vida silvestre no puede estar en manos de particulares, como una mascota, sin una orden de la autoridad ministerial respectiva. La cara de preocupación del padre y unas lágrimas de la niña tensaron el ambiente de tal forma que, al abrir la puerta de la consulta, Toto se hizo humo.

Expertos andinos como Eric Savard sólo ha observado jacas en nuestro medio ambiente, lo mismo que los hermanos Guillermo y Martín Sapag en sus recorridos científicos de naturalistas. Revisiones bibliográficas sólo ubican al monito del monte en los bosques sureños, quedando las jacas en los montes y relictos de bosquetes del valle. Inspectores medio ambientales del SAG, como Iván Arancibia y Mónica Huircalaff han asistido denuncias de particulares por jacas desorientadas en el Santuario de Rinconada y una casa de Santa María.

Mientras que el monito del monte ha sido catalogado como un fósil viviente o un rock star de los bosques del sur, nosotros debemos resaltar las gráciles y orejonas jacas andinas. El icono sureño es descrito como un verdadero marsupial muy similar a los australianos, no así las tímidas andinas que se asemejan a los americanos. El fenómeno de la hibernación cuando baja la temperatura y los alimentos escasean se da completamente en el monito, y solo como sopor intermitente en las aventureras aconcagüinas.

Pequeñas y veloces sombras parecían moverse a esa hora de la oración, cuando el doctor M., iniciaba las consultas veterinarias. Ya habían pasado tres semanas de la visita de Sofía y unos misteriosos descuelgues del parrón interior solían percibirse. Sin estar seguro, al doc., le seguía penando el escape de la improntada jaca, quien podría haber sobrevivido cazando larvas de polillas, pesquisando pasas de uva del parrón sin poda y alguna que otra fruta de su acogedora cocina. Sin duda al monito del monte le habrían pesado los frutos del bosque, más a la resiliente jaca, quizás un régimen de campaña le habría bastado.

En octubre del 2016, el grupo de @conservacionesterodelosa, dedicado a las escaladas y conservación en el estero de Los Ángeles, sector El Peligro, Putaendo, nos mostraba una linda foto de la yaca (Thylamis elegans) en la ruta Dulce de Camote, describiendo lo característico de su hábitat. Haciendo hincapié también en que, como todo marsupial, es un mamífero cuyas crías nacen en estado embrionario y terminan su desarrollo adheridas a su zona mamaria. Como dato práctico indicaban que en las excursiones la gente dejara sus mascotas en casa y no realizaran fogatas que pudieran dañar el ecosistema.

Llegaba un luminoso domingo de septiembre del 2015, los ventanales de la casona del doctor M., lucían radiante, sus suegros llegados de Isla de Maipo y su numerosa familia, se ubicaban en la mesa del comedor, al estilo de los almuerzos provinciales de antaño. Unos costillares al horno daban cuenta no sólo del apetito del doctor, sino que especialmente de su amable acogida. Todo era perfecto hasta que a una de las visitas se le traba la mandíbula, toda rígida su cara y la mirada fija sobre un antiguo aparador restaurado. Sin estar invitado hacía su aparición Toto, que, de un salto desde el mueble, increíblemente caía dentro del gran jarro de jugo natural dominical.

Si bien no parece real la historia del aterrizaje en el jarro dentro del jugo, es absolutamente verídica y fue la única forma de atrapar la lúdica yaca y posteriormente poder liberarla en un ambiente adecuado de la zona andina. La mirada incrédula de los contertulios y la prestancia del doctor para ir al salvataje, marcaron para siempre a esa familia, un mediodía de fines de invierno.

 


 
 
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