Querido Ramón, déjame reconocer, en primer lugar, que tengo sentimientos encontrados respecto a la solicitud de comentar tu trabajo sobre las papas andinas. La verdad desearía partir corriendo al encuentro de la querida tierra de Uspallata, conversar varios mates con Cruz y Balmaceda, abrazar la historia de vuestra pasión por tan particular cultivo y hurgar testimonios escondidos de Huarpes, Picunches e Incas. Mirar la media loma e imaginar los cultivos de los verdaderos ancestros, previo a la caminata de los nortinos. Recuerdo cada curva de la bajada a tu pueblo y las mulas me traen el olor de tus alfalfas proteicas y oscuras.
Tranquilo amigo, sólo son sentimientos de entusiasmo y cariño, por tu tierra, cultura, arado y verdor. Pocas veces la agricultura muestra resultados tan halagüeños, como se describe de manera tan amena y profesional en tu destacado capítulo XI, Balmaceda, Soria y Barraud. Involucrar a organismos científicos y estatales, habla muy bien del esfuerzo, visión y potencial. Me detengo de inmediato en los antecedentes de la “cuenca visual “, utilizada por los antepasados para enmarcar el rango de vista panorámica. Lo que me hace recordar una crónica, donde ubicaban también unas rocas sonoras, para comunicarse con los vecinos y así protegerse de posibles invasiones.
Te cuento que un día quise diseñar una construcción que fuera original, para el campo, pensando en algo diferente. Cuan equivocado estaba, pues al leer al destacado y mundialmente famoso arquitecto Antoni Gaudí, encontré que el significado de original era “ir a los orígenes” a la solución de los primeros tiempos. Desde ahí en adelante me enamoré de los graneros, construcciones que han resistido orgánicamente miles de años. Tu aventura con las papas andinas, la asimilo mucho a la experiencia anterior, me entusiasma y puedo comprender que tu mente este ocupada, incluso en los sueños.
Cómo no recordar el alma visionaria con que hablabas de tus siembras de papas andinas en aquel rincón de Uspallata, en esa esquina del potrero donde avanzabas viga a viga, con la construcción de tu cabaña. Ese exquisito gusto por lo rústico, por lo rural y la lectura compartido por tu mujer. Tampoco olvido los nectarines maduros en la mata, de calibre y dulzor como mieles románticas que te incitan a permanecer. Ese origen obliga a seguir los resultados del cultivo, envuelto en tintes de afanes turísticos y productivos, que se han ido desarrollando a la vera de la ciencia, sapiencia campesina y resultados comerciales. Bendita aparición de Cruz y Balmaceda.
Gracias por describir la historia, cuando don Gerardo Cruz, oriundo de Corral Quemado, en las sierras de Culampajá, Catamarca, Argentina, se afinca en Uspallata, manteniendo una pequeña chacra ancestral con papas andinas, por allá en el 2008. Ramón Balmaceda y sus gustos gourmet, convencieron a su vecino Cruz, en el año 2014, para realizar pruebas de mayor envergadura con esas papas regalonas de nombres coloquiales como: Collareja, Ojo de niña bonita, Morada y Cuarentona. Contacto con la Universidad Nacional de Cuyo, INTA y productores comerciales ya han ubicado a Quipu en el mapa de la producción de papas andinas en la zona de Mendoza.
Los incas dejaron su huella en nuestra zona de Los Andes, y la Acequia de Chiquibuica ha sido parte de la historia en la agricultura de origen, para utilizar el río Aconcagua, junto a 22 acequias, realizadas por los picunches. De manera que, imaginando su impronta en esas tierras, hace mucho sentido que el nombre de vuestra empresa sea Quipu, descrito en el capítulo XI, como “un elemento de contabilidad”, desarrollado por los incas a lo largo de todo el imperio. Han pasado pocas temporadas y ya Quipu ha logrado la resolución Senasa 363-2015, y ser catalogado el cultivo como producto identitario de Mendoza.
Dicen los entendidos que el éxito de cualquier esfuerzo productivo, de recuperación de especies ancestrales, pasa por incorporarlo al tejido comercial, decisión que muchas veces cuesta, ya sea por desconfianza, inseguridades, razones políticas o simplemente filosóficas de no exponerse al mercado. Pero veo que el foco ya superó, cualquier creencia y ese inicio de pequeños surcos ha sido desbordado por mejorar la productividad, desarrollo de nuevas variedades, aumento de puntos de venta y renovar difusión de las bondades del producto. La Cuarentona, puede estar tranquila, aún le quedan muchos bailes.
Desconozco si el título de la crónica hace algún sentido allende la cordillera, lo que es por estos pagos es utilizado en un sentido bastante procaz, pero divertido. En este caso lo hago, como “darle el palo al gato“, y en honor a los 10 ojos de las papas, a sus reservas y brotes reproductivos, salvadores de tiempos malos. De manera que muchas felicitaciones por verle “el ojo a la papa”, lo digo con respeto, amigo Ramón.
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