Las últimas cifras de desempleo entregadas por el INE, que lo sitúan en un 8,9 % para el trimestre abril-junio, son el reflejo de un bajo dinamismo, donde la inversión se ha moderado y las empresas han sido más cautas en sus procesos de contratación.
Sin embargo, en el caso de las mujeres, no solo vemos un efecto económico, sino también estructural: más mujeres están ingresando al mercado laboral, pero no hay suficientes oportunidades de empleo formal, lo que genera una creciente brecha entre participación y ocupación.
Para avanzar en esa línea, se requieren incentivos concretos a la contratación formal de mujeres, especialmente en roles con baja participación femenina. Esto incluye subsidios al empleo, pero también beneficios tributarios para empresas que implementen planes de equidad y conciliación laboral. Además, se deben fortalecer programas de capacitación vinculados no solo en áreas históricas como servicios o administración, sino también en sectores en crecimiento como tecnología, logística o energía.
Por otra parte, es indispensable revisar la normativa vigente para avanzar hacia más flexibilidad sin precarización, permitiendo esquemas laborales adaptables y compatibles con las responsabilidades de cuidado.
El trabajo conjunto puede facilitar el tránsito de muchas mujeres desde la informalidad hacia el empleo formal, mejorando así su seguridad social, estabilidad económica y proyección profesional.
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