El triunfo de José Antonio Kast es claro, nítido y contundente, así lo expresaron los chilenos en las urnas, cansados de la inseguridad, del estancamiento y de la falta de oportunidades. Hoy comienza una nueva etapa, una que abre la esperanza de retomar el rumbo perdido.
La ciudadanía habló con fuerza: quiere seguridad para vivir tranquila, quiere que la clase media pueda acceder a la casa propia y exige una salud digna y oportuna, sin duda demandas básicas, legítimas y postergadas por demasiado tiempo.
Durante años hemos visto cómo el país gasta cada vez más, pero invierte cada vez menos. La inversión se ha ido frenando por una permisología excesiva, por la incertidumbre y por la falta de reglas claras y eso ha tenido consecuencias directas en el empleo, en los salarios y en la calidad de vida de las familias.
Chile está detenido, lo vemos en las interminables listas de espera en salud, en la dificultad creciente para acceder a un subsidio habitacional y en la escasa construcción de viviendas. Lo vemos también en la falta de proyectos que generen empleo y desarrollo en regiones como la nuestra.
No es exagerado hablar de un "gobierno de emergencia", porque recibimos un país paralizado, con una economía debilitada y con la confianza profundamente dañada, pero también recibimos un país con un enorme potencial, con gente trabajadora y con recursos que debemos volver a poner en valor.
Estoy convencido de que el próximo gobierno retomará la senda del crecimiento, pero no cualquier crecimiento, sino uno que llegue a todos los chilenos, que estimule la mano de obra y permita que los sueldos vuelvan a ser dignos.
Para eso, debemos recuperar la confianza de quienes invierten y generan empleo, porque no habrá desarrollo sin inversión, y no habrá inversión si no existen reglas claras, certezas jurídicas y un Estado que facilite, en lugar de obstaculizar.
Un ejemplo evidente es el proyecto minero Vizcachitas, que podría generar cientos o miles de puestos de trabajo y dinamizar la economía local, sin embargo, hoy se encuentra frenado por la permisología y por posturas extremas. Cuidar el medio ambiente es una obligación, pero no puede transformarse en una excusa para condenar al país a la inmovilidad.
Chile tiene una vocación histórica: la minería y el mar, negarlo es desconocer nuestra propia identidad y nuestras principales fuentes de desarrollo. Podemos y debemos compatibilizar crecimiento, empleo y cuidado del entorno.
Estamos ante una oportunidad histórica, porque estuvimos muy cerca de ser un país desarrollado y retrocedimos, pero ese retroceso no es irreversible, puesto que con liderazgo, convicción y trabajo honesto podemos volver a avanzar.
Como republicanos, tenemos la responsabilidad de demostrar que estamos preparados para gobernar y para sacar adelante a Chile y no desde la soberbia, sino desde el compromiso y la vocación de servicio.
Invito a todos a trabajar con honestidad, responsabilidad y amor por nuestro país, porque el futuro de Chile no se construye con consignas, sino con decisiones valientes.
Hoy con nuestro presidente electo Jose Antonio Kast comienza un tiempo de esperanza, un tiempo para levantar a Chile, devolverle la seguridad, el crecimiento y la dignidad que nunca debió perder.
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