El momentum político actual ha instalado en el debate nacional dos pilares urgentes: la seguridad y la necesidad de retomar el crecimiento económico.
Si bien la preocupación por la seguridad es legítima y transversal, debemos evitar que esta agenda opaque el reconocimiento del talento extranjero como un verdadero motor productivo. Existen sectores, como la logística, el retail y la agroindustria, que sencillamente no podrían operar con la eficiencia actual sin la participación activa y la especialización que aportan trabajadores que se encuentran correctamente formalizados y cumpliendo toda norma que la ley chilena impone.
Es un imperativo estratégico que Chile mantenga una mirada madura y selectiva sobre la migración, y saber distinguir claramente entre la gestión de las fronteras y la gestión del talento.
La experiencia nos demuestra que una integración laboral formal y bien gestionada no solo beneficia a las personas, sino que también inyecta conocimiento y diversidad en nuestras empresas, elementos clave para elevar los niveles de competitividad.
El desafío actual es doble: seguir promoviendo la inclusión efectiva, garantizando la equidad de oportunidades y, a la vez, asegurar que el debate sobre la seguridad no genere barreras injustificadas para la captación y retención de talento calificado. La fuerza laboral migrante es un recurso valioso que, al ser bien encauzado y mediante la capacitación adecuada, contribuirá directamente a la anhelada reactivación económica del país.
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