Martes, 1 de Julio de 2025  
 
 

 
 
 
Cultura y ciencias

Costumbrismo Rural… Genealogía en Quebrada Seca …

Crónicas de pueblo por Sergio Díaz Ramírez, Instagram @amanecerdelgallinero

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Una segunda mitad del siglo XIX, que finalmente lograba el sosiego en la localidad de Quebrada Seca, en los albores de una historia diferente al interior de Quilpué. Terminaba la guerrilla española y los cuerpos militares nacionales aceptaban su incorporación a la vida de nuestros campos centrales costeros. Las familias comenzaban a formarse y el juez de la zona de apellido Ponce, ya otorgaba los primeros certificados matrimoniales. Los apellidos daban cuenta de la unión de dos mundos y definitivamente los fusiles quedaban en el destierro. Obviamente los archivos históricos nos pueden dar luces de esas familias, mas así y todo sería difícil seguir la hebra filial hasta nuestros días.

Los campos antiguos eran de conversación nocturna, de palmatorias y velas, chonchones en el patio, quizás por eso, las relaciones se aquilataban en mayor profundidad. Casamientos de primos, compadres, padrinos y entenados llevaban a interiorizar profundamente los parentescos y genealogía. El canto del chincol con “han visto a mi tío Agustín “ya nos iluminaba el tema. Eran esos tiempos donde la gente ponía oído a las aves bioindicadores, que gratuitamente nos estaban anunciando los movimientos de la naturaleza. “Junten leña “que llegó el pájaro carpintero, con sus aguaceros de antaño, al interior de las roblerías de esos montes escondidos.

La vida ha cambiado, normalmente los nietos recuerdan vagamente sus abuelos y en esas cortas tres generaciones, prácticamente muere la información. De hecho, si necesitamos mayor conocimiento, podemos recurrir a empresas dedicadas a hurgar en la genealogía, algo que una era costumbre en las familias antiguas. “MyHeritage”, ofrece crear su árbol genealógico en línea. Puede revelar su origen étnico único y con una prueba de ADN, llevar su historia familiar a otro nivel. Efectivamente tecnologías inteligentes permiten búsquedas rápidas en bases de datos masivas.

El joven Manuel de la Cruz Amador Millán y su prima María del Carmen Alvarado Millán, ya habían superado los juegos infantiles, caminatas al cerro, columpios improvisados y baños de estero. Una familia en ciernes era autorizada por los padres, Cupertino Amador Millán, Adela Millán Barrera, Nicolás Alvarado Ponce, Sofía Millán Barrera, cuya estrictez, era algo usual en la época del 1920. Un trabajo duro y la brisa de los cajones de cordillera, atraían la comadrona a fines de invierno, cuando los tordos arribaban desde las migraciones del norte. Trece hijos, de los cuales el “Tatué “se llevó tres en etapa de niñez.

Entre cosechas de hojas de boldo, veranadas en el cerro, cantos madrugadores de gallos, pariciones de vacas, relinchos de potros y carreras de turca entre muchas otras actividades, crecían los hijos Amador Alvarado: Hermocinda del Carmen nacida el 1921 y María Silvandira el 1923. Luego llegaban José Cupertino, Norberto de la Cruz, Norma Laura, Regina, Isolina, Enrique, Marco Hernán, Víctor Ramón, Olga Luisa, Manuel y Martina del Carmen. Entre sinuosas subidas, la localidad de Quebrada Seca se llenaba de vida, sólo tomando en consideración la mencionada familia.

Doña Isabel Acum Amador, viñamarina, destacada profesora de matemáticas, se niega a la genealogía empresarial. Donde “mis ojos te vean “, dice con seguridad y procedente de esos campos antiguos, despliega el Excel, con un amor que emociona, cada registro una historia, un respeto por esas raíces que la vieron crecer entre los despeñaderos de su querida quebrada. Suma y sigue, como quien resuelve una ecuación y va derechamente a la cuarta generación. Camilo Olguín con Hermocinda Amador y sus hijos Norberto y Andrea. Juan Acum y María Amador con su descendencia compuesta por Juana, María, Isabel y Juan de Dios.

Los primeros rayos de sol de la mañana y la brisa marina, pareciera inspirarla en el conocimiento familiar. Un respiro profundo y va con Norberto Amador y Audilia Olguín y sus ocho hijos, Audilia, Norberto, Manuel, María, Sofía, Pablo, Hernán y Noemí. Sigue con Ramon Olguín y Regina Amador, orgullosos de Ana María y Magaly. Una gaviota inquiriendo detalles, por una ventana, no la inquieta en su relato. Teodosio Olguín y Olga Amador con Teodosio y Hernán. Benedicto Olguín con Martina Amador y sus hijos Nancy y Marcos. Don Cupertino Amador con Bernardita González y sus hijos Fabiola y Eladio.

Si bien su niñez la vivió en Viña del Mar y su impronta de maestra así lo demuestra, el estero Puangue lo lleva consigo y la micro de don Cupertino que la traslado innumerables veces a los rincones de doña María del Carmen. Don Ramón Amador y doña Gladys Bermúdez, aportaron con María Andrea y Víctor. Marcos Amador y Norma Cerda tuvieron a Macarena y Marcos. De esa generación don Carlos Osorio y Norma Amador fueron padres de Texia, Carlos y Karina. Una cuarta generación registrada, pletórica de los campos de Colliguay, donde grita el zorro al pasar por lavaderos de oro invisibles, apuntando los filones a entierros de leyenda. Almas errantes y duendes aún atraviesan senderos en los cuentos de adobe y vela en Quebrada Seca.

Esos registros de doña Isabel, que algún día se iniciaron en viejos pizarrones negros con tiza blanca y luego pasaron a cuadernos de copia con hoja verde deslavada y lápiz mina, ya se han multiplicado con los 28 hijos de la cuarta generación. Hasta el Excel suda con los nietos, biznietos y tataranietos del tronco inicial rastreado de Cupertino, Adela, Nicolás y Sofía. Es que los 150 años que se asientan en estas seis generaciones son un ejemplo e inspiración, para perseguir la historia. Gracias doña Isabel, su chequeo es único, salpica sus memorias, nos muestra de que está hecha su familia, sus bosques y quebradas, definitivamente un ejemplo…

Y usted, ¿Qué tanto sabe de su genealogía? …

 

 


 
 
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